Una feminista en la cocina

Causa justificada

Los que somos guerreros de la calle y taxistas sin paga, lo echamos de menos, solo que no lo decimos porque parecemos insolidarios. Antes me gustaba robar minut

Publicado: 08/05/2020 ·
08:26
· Actualizado: 15/05/2020 · 15:16
Autor

Ana Isabel Espinosa

Ana Isabel Espinosa es escritora y columnista. Premio Unicaja de Periodismo. Premio Barcarola de Relato, de Novela Baltasar Porcel.

Una feminista en la cocina

La autora se define a sí misma en su espacio:

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Nos hemos llenado el cuerpo de miedos e incertidumbres. Aislados, que no solos sino cubiertos de dudas y cavilaciones. Son tiempos difíciles para quien no esté enganchado a una videoconsola o le dé por estudiar para sacar ventaja.                                             

Un bebé.

Los que somos guerreros de la calle y taxistas sin paga, lo echamos de menos, solo que no lo decimos porque parecemos insolidarios. Antes me gustaba robar minutos al horario preconcebido, a esa carrera absurda que los humanos aparejamos en el día con cosas tan inútiles como llevar a nuestros germinados de un sitio a otro. Es curioso porque cuando los concebimos no fuimos conscientes de la responsabilidad, sino que solo vimos en rosa de película porque las jodidas hormonas nos llevaron a verlo justamente así. Habrá parejas que fuera de sus horarios habituales se darán cuenta de cuánto les ha engañado la vida, sin notar-hasta ahora de confinamiento- cuándo dejaron de amarse o de respetarse. Saldremos porque la humanidad está hecha de retrocesos e impulsos; Saldremos porque la Economía nos llama y tenemos que reponer este engranaje que somos de un Todo mayestático e invisible. Mientras, aquí estamos varados sin playa a la vista con rocas clavadas en la quilla, acordándonos de todos los demonios marinos que nos la han jugado.                                                                                        Me siento rara, aún más rara que antes, aún más pérdida, más temerosa, más compungida, mucho más defraudada. Porque los días se extrapolan, solapándose uno contra otro; Las horas no significan nada, mientras se nos desangra la Economía sin saber a dónde nos llevará toda esta locura pandémica. No nos criaron entre algodones para esto, no sacarán héroes de tanto burgués apegado a su terraza, a su piscina de hotel, a sus viajes del Imserso, ni a sus cafelitos con las amigas. Queremos lo que nos ha robado la jodida pandemia. Siempre quisimos al perro del vecino y su bote de madera, ahora no íbamos a ser menos, solo que nos hemos dado cuenta de que no hay vecino que se salve, ni bote en el que remar a buen puerto. Estamos jodidos porque hemos puteado al Ecosistema, hemos probado a ser dioses y el tiempo nos ha escupido en la cara. Es hora de valorarnos con un simple test de permanencia en casa. No sé si lo pasaremos. Yo al menos, que me enclaustro sin poderme ver en la luna de los espejos. Voy a salir con miedo a contagiarme, porque tenemos necesidad de víveres y tengo un padre octogenario que me espera. Pero también tengo una madre en Residencia de ancianos respirando en lenta sucesión de vahídos como damisela del XVIII.   

Es normal que tenga miedo porque nunca he tenido madera de heroína. Así que intento sobrevivir más que nada a mi miedo y a la racionalidad que me dice que tendremos que esperar un tiempo para que volvamos a ser lo que fuimos. Intento despiojarme los miedos y las dudas como los perros al agua del baño. Superaremos este reto. Denme fuerzas para hacerlo. 

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