Una feminista en la cocina

Generación Adara

Bonito en verdad con cadáveres jóvenes y ufanos que saben cuánto les gustan a los dioses

Publicado: 09/01/2020 ·
09:22
· Actualizado: 09/01/2020 · 12:44
Autor

Ana Isabel Espinosa

Ana Isabel Espinosa es escritora y columnista. Premio Unicaja de Periodismo. Premio Barcarola de Relato, de Novela Baltasar Porcel.

Una feminista en la cocina

La autora se define a sí misma en su espacio:

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No es oro, el brilli-brilli. Ni Gran Hermano, la bicoca del siglo. Ellos ganan, sí. No lo duden ni por un instante, porque como la Banca nunca pierden. Pero es hundimiento de carnes el modo actual de hacer las cosas. Las Adaras infantilizadas que llegan a finales que las Andreas- estudiosas y machaconas con los temas de oposiciones- no pueden. Quiero pensar que por cada Adara que escala posición social en  modo de flash de telerrealidad, hay –al menos-una chica trabajadora que compone su futuro a golpe de esfuerzo. No me lapiden tan pronto y déjenme explicarme…No me cae mal la Molinero, pero sí lo que representa…la sumisión orquestada de los que se ganan la vida solo con algo tan perecedero y fatal como la belleza. Esos mismos principios que llevan a una cría de 15 a creerse Matahari de pega o a otra a lanzarse de cara al vacío, quizás porque no encajaban en los roles estéticos de un Instituto de secundaria. Bonito mundo estamos

Jorge Javier

componiendo entre todos. Bonito en verdad con cadáveres jóvenes y ufanos que saben cuánto les gustan a los dioses que – sin embargo-detestan comer carne vieja de gárgola indispuesta. Hay amigos virtuales que no entienden por qué me llamo a mí misma así, pero es porque diviso desde la rotundidad de mi lar( en lo más alto que me dejan) la realidad cotidiana y parcial a la que llegan mis cataratas. Adara Molinero ha ganado Gran Hermano en una edición que la publicidad (que es de dónde se alimentan las multicadenas) se ha esfumado por un escándalo sexual de ediciones pasadas.

Ahora que todos nos creemos colaboradores de los medios porque tenemos a nuestra disposición un teclado o un móvil y la posibilidad fáctica de insultar, vejar o entrar en la casas de otros (llámese su privacidad) por el modo baratísimo de un enganche en internet. Bonito nos está quedando el mundo, no para las gárgolas que ya lo tenemos hecho, sino para los venideros que transitan en los genes de mis gemelos y que aún no han sido puestos ni siquiera en circulación. Qué pasará cuando mi hija de 13 sea abuela con la gerencia de la historia y el recuerdo, porque los mitos apestan y solo algunos rescatados en el tiempo por la astucia y buen hacer de ciegos insomnes son a día de hoy presa de nuestro pensamiento. No es Adara, Penélope fie y tejedora. Ni como Atenea,  guerrera e intelectual. Sin que a día de hoy que se sepa si su argucia de trama romántica ha sido otra cosa que mera casualidad. Qué fue de cada uno de los que la precedieron, qué de aquellos enlatados personajes de comic en carne, con canalladas que ahora destetan a los espectadores de polvo y paja porque se van a otros programas donde la infidelidad, los vaivenes y las dobles parejas es lo que los alimenta. Porque solo somos ojo de buitre calvo, rey del estercolero, hacedor de paja en ojo ajeno, nunca en el suyo que mantienen seco y a resguardo de los necios. Todos comemos de lo que nos dejan , rescatando trozos de alguna ufana jovencilla que no vio que los interneses eran pasaje al infierno y que creyó que los malos solo vivían en las películas cuando son reales y están a la vuelta de la esquina. No sé qué mundo les dejaremos, no sé cómo algunos viven en la inmundicia, no de tener necesidades básicas, sino de nutrirse de desperdicios, fagocitarlos y llevarlos al cielo donde los angelitos tienen un mando y votan para elegir al gladiador que hoy no muere. No es el oro, ni el brilli-brilli lo que me ciega, son las cataratas por mirarle de frente la cara al tiempo, por hacerme de piedra y envejecer pegada a un teclado por generación espontánea, que no hay como protestar entre párrafos dobles para que se te entrecrucen los cables, te cabrees flojito  y nunca nada cambie. Las niñas de quince siguen siendo Caperucitas sin que el guardabosque las salve , porque los lobos han mutado y ahora las lágrimas de las niñas son valioso botín que hacer carrera infinita en las virtualidades. Buitres de baja estofa, ganadoras de sonrisa enlatada, maletín de 100.000 razones para tirar la toalla. Y sin embargo, Andrea pelea con los temas de la oposición y mi hija quiere ser maestra. Lo mismo aun encontramos la esperanza pegada a unas teclas.

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