Una feminista en la cocina

Hannibal sin caníbal

Fabrizio Silva ya está en el cielo de los desafines. No creo que haya grandes pesares por él, sino más bien suspiros de alivio.

Publicado: 16/10/2019 ·
09:35
· Actualizado: 14/11/2019 · 14:38
Autor

Ana Isabel Espinosa

Ana Isabel Espinosa es escritora y columnista. Premio Unicaja de Periodismo. Premio Barcarola de Relato, de Novela Baltasar Porcel.

Una feminista en la cocina

La autora se define a sí misma en su espacio:

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Fabrizio Silva ya está en el cielo de los desafines. No creo que haya grandes pesares por él, sino más bien suspiros de alivio. Era un guineano grande y musculado que murió como un angelito sin dar un solo ruido. Tenía una trayectoria de capo venido a más… asesinando a su novia a puñaladas, a un preso en Córdoba a puñetazos y dándoles punzón de castigo a ocho funcionarios del Puerto de Santa María.                                    

 Frabrizio Joao Silva Ribeiro agredió a funcionarios en Puerto III.

 Después de eso lo largaron al Norte, lo incomunicaron y le pusieron en una celda individual, enchufado a un Gran Hermano a toda regla. Pero no estaba a gusto porque quería la compañía humana. No sabemos bien por qué, pero era imposible porque tenía status de peligrosidad y no podían dejar los de Prisiones que -a patadas, puñetazos o con punzón- matara a alguien más. Así que no aceptaron su petición, por lo que se puso en huelga de hambre. No ha sido por ello por lo que se ha muerto, porque lo tenían vigilado y además había dejado ya la huelga de hambre. La verdad es que solo lo desembuchará la autopsia con fechas, señales y exactitud milimétrica. Para mí que ha muerto de soledad, de la que pesa. Estamos hechos para el clan, para discutir y enfadaros, para abrazarnos y querernos y en el caso de Fabrizio para dar patadas y puñaladas traperas. Estamos hechos de naranjas que robamos de la tapia de alguien a quien no conocemos, pero que divisamos cuando paseamos las piernas y que robadas saben mejor que las que hay que pagar a un euro.

A él le sabía bien la libertad, pero mejor las puñaladas, una tras otra que asestó a su novia de 22 que ya no verá nada, ni sentirá nada, ni saboreará la venganza tardía y fría de que ha muerto su asesino. No la paladearán los padres de la mujer, ni los funcionarios que pinchó, ni el que mató en Córdoba  a patadas porque la vida les ha estrujado, mientras que a este guineano grande y capón lo ha llevado al cielo de los felices, muriendo como desean los justos y los inocentes, durante el sueño. Es curioso que ahora habrá una investigación e incluso si algo está mal rodarán cabezas por un asesino visceral y maltratador, perro del destino más aciago. Y es bueno que así sea porque si no el que roba naranjas de una tapia, la saltaría y este Hannibal( sin el caníbal que llevaba dentro ) hubiera matado más y mejor que en “ the walking dead”. No podemos fijarnos en una mosca aplastada por la soledad y el hastío, con 108 kilos de peso, momificada en soledad por su propio apetito sádico. Solo, como un monje budista esperando que broten las hojas de su pensamiento, que el entendimiento fluya con ellas y que las raíces hagan nido en su cuerpo. Ha muerto un asesino, no hay noticia de portada en ello.

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