Como hormigas por el cuerpo

Publicado: 24/09/2019
Autor

Ana Isabel Espinosa

Ana Isabel Espinosa es escritora y columnista. Premio Unicaja de Periodismo. Premio Barcarola de Relato, de Novela Baltasar Porcel.

Una feminista en la cocina

La autora se define a sí misma en su espacio:

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Se darán cuenta que sic transit gloria mundi est , que traducido a nuestra jerga significa que nos arrugamos a saltos de comba o a crepitaciones de la bolsa.   
Andamos de contracciones para no parir nada bueno. Los políticos cierran filas( mueven peones) y el pobre Urdangarín  tiene que cambiarse la camisa por una camiseta. Son los nuevos tiempos en los que alternar con infantas ya no es lo que era. No hay mucho trabajo que se diga, ni en las mejores condiciones. Los cines se cierran para transmutar en hoteles. Y los niños nos crecen en las barbas para condenarnos a ver que el tiempo es un mierda que hace con nosotros lo que le da la gana. Si quieren empezar a vivir de verdad, trabajen en un geriátrico. Si no quieren- o no pueden- vayan a visitar a sus residentes. Se darán cuenta que sic transit gloria mundi est , que traducido a nuestra jerga significa que nos arrugamos a saltos de comba o a crepitaciones de la bolsa. No es amor todo lo que reluce, si no que se lo digan al discapacitado sentado en el banquillo por abuso sexual en la Audiencia al que el padre de su novia (también discapacitada) acusa entre otras cosas de sacarle cuartos para una hipotética boda. Y es que cuando eres padre( o madre) lo trabajas a jornada completa y a perpetuidad.  Y es que” ese amor” está en nuestra genética, desde que nuestros ancestros los sapiens donaron su genética a todos los que evolucionaron con ellos, a saber neandertales y denisovanos. Los últimos son nuevos, sí. Producto de un trozo de meñique, tres dientes y una mandíbula rota, pero ya les están escarbando en el ADN así que pronto podremos saber qué hacían, con quién cohabitaban y por dónde exactamente.                                       



No es que nos importe mucho, porque mientras no se ralle Netflix o acaben los realitys o las redes sociales, ya nos pueden dar ácido hilaurónico por vía anal que nos quedamos tan tranquilos. El mundo es un lodazal que los artistas plasman con bellezas infinitas porque a ellos nos les duelen los juanetes, ni las axilas les supuran, ni los niños los joden, ni las hipotecas los aplastan. Ellos pululan, visualizan y vegetan entre gallinas que no ponen huevos , sino que se regocijan de un pasto siempre verde en libertad de teleserie americana de hippies. La vida es una cloaca estrecha y maloliente en la que siempre estás corriendo, peleando, sufriendo e intentando avanzar casilla para que al final de ésta, cuando has llegado a meta solo haya un socavón o una escalera empinada como la de la pobre porteadora marroquí que solo quería sacar adelante a sus 5 hijos,  pero que se desnucó por ir a hacer sus necesidades lo más alejada posible de los que esperaban como ella, para trabajar.

La vida es una basura cuando tienen que llevarte a juicio porque te ha hecho una felación una discapacitada con un altísimo porcentaje de retraso, que además ha sido grabado por un compañero de centro. Lo es, porque tu discapacidad no es debida a retraso mental y  ella es frágil y manipulable, porque tiene 52 años y la mente de una niña. Los padres sufrimos en la indignidad, en la impotencia, en la desesperación de no poderles proteger todo lo que queremos porque se hacen mayores- algunos- pero aún no saben todo lo que aprendimos a golpes traperos , a puñaladas descarnadas y a puntos muertos. Porque no somos listos, sino muy viejos. Pero no nos dejan, ni los políticos, ni la vida, ni el maldito tiempo que se burla de nosotros al desdentarnos, al cegarnos y lastrarnos de manos y piernas. Nos condena a la ignorancia, al babeo, a la bobería o -peor aún- a la más  evidente inteligencia, anclada en el cuerpo senil de un maldito moribundo. Los que nos antecedieron fueron idiotas sapiens, propagadores de este virus mortal que nos hace temporales, corruptos, intangibles y volátiles como polvo en ojo ajeno, como ceniza llevada por la tormenta. Como masa preparada al horno por hábil panadero, como discapacitada aspirando mientras otro la graba para deleite de algunos pervertidos que se burlarán de ella , porque somos tan mierdas que somos olemos axilas y putrefacción, jamás paisajes con amaneceres desbordantes, ni pechos llenos de leche . Solo viejos en espera, ciegos, sordos, mudos, con hormigas por el cuerpo .

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