Una feminista en la cocina

Nómbrame

Yo me crié como machista porque -no se engañen- esta sociedad nuestra siempre lo ha sido.

Nos ponen el nombre que quieren porque no podemos defendernos. Lo mismo ni hemos nacido cuando los que nos gestan ya nos llaman como ellos quieren, porque pueden. También lo hace la sociedad, porque antes lo hizo la Historia que nos devaluaba y vejaba a cada paso nuestro. Ahora hemos cambiado, visibilizado y escalado a base de demostrar que estaban equivocados los que no nos daban ni la posibilidad de la duda.                                                  

Protesta en Sevilla contra sentencia a La Manada.

Yo me crié como machista porque -no se engañen- esta sociedad nuestra siempre lo ha sido. Engendradora de mujeres que estaban hechas a un cometido muy básico de no molestar a los machos dominantes. Ahora somos juezas, médicas y abogadas… impartiendo doctrinas sin saber que estamos tan maceradas y domesticadas como siempre han estado las mujeres sin darnos cuenta  . Porque es eso. El hueso de la cuestión es esa…que no nos damos cuenta.

La agresión sentenciada de la manada tiene visos de establecer un ahora en la violencia sexual, porque refleja no la disparidad con la ley sino con la sociedad avanzada en la que vivimos. Antes hemos sufrido sentencias que condenaban- o no- a violadores según cómo la victima iba vestida. Ahora por cómo se comporta. No hay violencia explicita, no hay violación. Porque las mujeres seguimos teniendo que defender nuestro honor y no podemos meternos en una casapuerta con cinco tíos mamados hasta las cejas.

Las niñas buenas no pueden emborracharse, ni ir con mala gente, porque la Justicia solo protege de una violación grupal si te resistes con uñas y dientes sin que sea metáfora. Si no es consentido pero agachas la cabeza, aguantando el tipo para que no te maten, lo mismo un Magistrado piensa que pudiste sentir incluso placer porque para qué puñeta se meten cañonazos de alcohol niñas de 18 que deberían estar en la cama a resguardo de vándalos que solo buscan airear los bajos.  Es la conceptuación, ya se lo dije a ustedes, el cómo te vean, el papel que desempeñas en la sociedad y cómo sea ésta. Cómo se la llame. Una sociedad que nos protege en una casa de muñecas o una que nos da libertad para caminar por calles, entrar en casapuertas y que no te cojan por la mandíbula cinco tíos para ahogarte en tus propias lágrimas.

Nos nombran con lo que les da la gana porque todas tenemos 18 años ante el patriarcado, todas somos solo niñas confusas que nos hemos metido de todo porque queremos ser mayores y autodependientes de nuestra condición de mujer que en la antigüedad nos daba vara ancha y categoría de diosas. Hemos pasado de ser Venus de la fertilidad y las cosechas a amas de casa despeinadas e irascibles, transmitiendo valores tan caducos como la cola del cine de verano. Las nuevas tecnologías solo les ayudan a ellos que se enmachan seduciendo a mujeres rotas, drogadas por ellos mismos y trasladadas al rol de muñecas del porno porque es más importante el Rt de penes con gafas que de un documento divulgativo o cultural. Nos nombran como quieren porque no podemos defendernos, porque nos abruman con la mirada, porque hacen chistes fáciles y porque son descerebrados en copa grande de la intolerancia, el bajismo y la lujuria. Impotentes para entender, nulos de cerebro para compartir, empatizar o valorar. Solo dispensadores de odio, de fuerza intrínseca y de barbarie. Porque bárbaro no es el que asola sino el que oprime sin que la víctima pueda defenderse. Cinco son mayoría, fuerza bruta contra uno solo. Como conejo sin chistera de mago en la que refugiarse. Como un Magistrado adobado de críticas, como un hombre a su conciencia atado con mujer e hijas que proteger bajo siete candados. Porque quizás piense que su hija nunca lo haría y luego le soben el culo en cualquier autobús donde se monte y no lo denuncie porque sabe lo que su gente pensaría, igual que hacíamos las mujeres en los setenta. Solo éramos frescas incitadoras para ellos hace décadas. Ya es hora de erradicarlo, como los vendajes que acortaban el pie de las chinas, machacándolo solo para que fuera bien visto al gusto (llamémosle placer) masculino.

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