Constitución, impuestos y el mito de Sísifo

Publicado: 06/12/2024
Autor

Rafael Fenoy

Rafael Fenoy se define entrado en años, aunque, a pesar de ello, no deja de estar sorprendido cada día

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El único consuelo, para algunas personas, es que a diferencia de Sísifo cada cuatro años es posible elegir a los “nuevos dioses”.
Hoy día 6 de diciembre, conmemoración de la publicación de la Constitución, podría extrañar que tuviera relación con la mítica condena de Sísifo a subir eternamente una pesada roca hasta la cima. Pero a pesar del enorme esfuerzo que ello suponía lo peor, lo infinitamente peor, era que estaba condenado a repetirlo eternamente. Una inmensa carga eternamente para nada. Los dioses saben cómo domar la voluntad humana castigándola con la desesperanza. Y esa parece ser la condena de la ciudadanía en esta España, en transición a la democracia cuasi perpetua. La literatura constitucional adereza las cargas con solemnes promesas. Quién puede ponerle una sola pega a lo enunciado en el artículo 31. Punto 1 de la Constitución Española de 1978:"Todos contribuirán al sostenimiento de los gastos públicos de acuerdo con su capacidad económica mediante un sistema tributario justo inspirado en los principios de igualdad y progresividad que, en ningún caso, tendrá alcance confiscatorio”. La reciente tragedia valenciana pone en valor la enorme ventaja para la ciudadanía de estar unidad. Y aunque están esperando aún, se valora la enorme importancia de poder contribuir a que se puedan utilizar los recursos comunes para ayudar a quienes más lo precisan. Sin embargo se percibe la necesidad de cuestionar: a) si el enorme volumen de impuestos y tasas se justifica. b) si tienen en consideración la “capacidad económica” a quienes se les imponen y, en consecuencia, si en realidad lo que se produce es que “mediante la aplicación de las diversas figuras tributarias vigentes se llegara a privar al sujeto pasivo de sus rentas y propiedades”. (Nunca tendrá alcance confiscatorio)

a)La partitocracia se ha apoderado de instituciones del estado. Multiplicadas y ampliadas hasta el paroxismo con la creación de miles de empresas públicas, cada una de ellas con consejos de administración que suponen multitud de pagos a multitud de políticos nombrados al efecto. Y todo ello a su conveniencia. Tanto sueldo, tanto nombramiento, tantas dietas por asistencia…, requieren exprimir el bolsillo de quienes viven en este país. Se tiene la certeza, después de 40 años, que quienes asumen el poder no pararan de subir los impuestos. Nada permite entrever que en algún momento la presión fiscal, impositiva, impuesta disminuya. Y es que para alimentar a la multitud de políticos que, cobrando sueldos pagados con dinero ajeno, persiguen sus sueños ególatras en las múltiples administraciones y empresas públicas que se han ido creando. -¡Oiga! No se puede ser tan radical, alguna persona que se dedica a la política no es así. – Sin duda alguna habrá. Precisamente esas que deben existir no tienen poder suficiente para imponer en su partido una visión menos interesada, menos meritocrática y egoísta de la política. Además de que esas personas que se dedican a la política duran muy poco en ella. Establecida esa salvedad de minorías es evidente que en todos los “partidos” cuecen habas. Y todos ellos aumentan brutalmente los impuestos que solo se justifican por el afán de cobrar más para vivir mejor y darse el gusto, con el dinero de las gentes, de hacer o deshacer a su antojo. Soñando proyectos que permitan que sus nombres pasen a la posteridad quedando inscritos en los anales de la pequeña, y efímera historia de sus territorios. ¡Vamos qué les gusta aquello de “Esta obra se realizó bajo el mandato de Fulano o Fulana de tal o cual! Confirmado este afán, de cobrar más y gastar sin fin a fuerza de recolectar el sudor de los de enfrente, sólo queda sumar a la desesperanza el sentimiento de menosprecio que estos mismos políticos manifiestan hacia “sus pueblos”. No tienen la menor vergüenza en afirmar públicamente y a bombo y platillo que han bajado los impuestos, que se paga menos impuestos ahora que cuando gobernaban los “otros”. Y que estos están “rabiosos” porque todo, absolutamente todo, lo hacen muy, pero que muy bien. Y anuncian a los cuatro vientos que no han subido el 100% de tal o cual tasa, aunque las gentes vean como en sus recibos de las tasas de un año para otro les soplan aumentos del doble de lo que pagaban. Algunas personas comerciantes, industriales, autónomos, ven como no se contentan con subirles el doble, sino el triple.

b) Las personas lo experimentan como un constante acoso a impuestos, cual de una condena de Sísifo se tratara. Y a pesar de esta “sangría”, por mucho aportar no mejoran sus condiciones de vida. Sin duda quedan empeoradas porque en la gran mayoría de personas tasas e impuestos confiscan una parte cada vez más importante de sus rentas.

Los dioses eran más piadosos con Sísifo que estas nuevas “divinidades” de la política, que imponen (de ahí lo de impuesto) a las gentes el constante esfuerzo por llegar a fin de mes. Además, se mofan de ese esfuerzo hercúleo que cada familia debe repetir una y otra vez, sin que se vea el final de tal condena. Si los movimientos vecinales les instan en cualquier municipio, para que reduzca los impuestos, les falta tiempo para tacharlos de “mentirosos” “farsantes”. Sin embargo, cualquier persona incluso las que han ayudado a ocupar sus sillones olímpicos, puede verificar en su cuenta bancaria como año a año, le han ido incrementando las tasas e impuestos que en ella se cargan. Como sus rentas son confiscadas a pesar del mandato constitucional. ¿Falsedad? ¿Mentira? Cuando se acerque la nueva cita electoral se entonarán canticos, por quienes las migajas de las deidades reciben, para animar al voto de estos, porque los “otros” son peores. Y con esa cantinela “que vienen los malos”, la condena sisifónica se perpetúa. También pretenderán convencer de que se vive mucho mejor que antaño o que se emplean estos dineros en mejorar la sanidad, la educación, la ayuda a la dependencia… Pretendiendo hacer verdad una gran mentira. La realidad es que los Sísifos humanos están condenados a subir con enormes angustias las enormes cuestas de cada fin de mes, para empeorar su situación. Y encima a pesar de que continúen creciendo los impuestos y tasas, a pesar de que se recauden una y otra vez sin solución de continuidad. Mucho más allá de pagar el sueldo de los dioses, no parece que sirvan para mucho más. El único consuelo, para algunas personas, es que a diferencia de Sísifo cada cuatro años es posible elegir a los “nuevos dioses”.

Fdo Rafael Fenoy

 

 

 

 

 

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