La Conferencia Episcopal Española es una institución religiosa, católica, formada por todos los obispos de la nación que realizan funciones pastorales referente a sus fieles, promoviendo la norma del derecho “del mayor bien que la iglesia proporciona a las personas”.
Hace escasos días que esta institución tiene un nuevo presidente. Se trata del señor Luis Javier Argüello García, arzobispo de Valladolid, con una sólida formación académica. Consiguió el Premio Nacional de Bachillerato; estudió en la Facultad de Derecho de la Universidad de Valladolid con Premio Extraordinario de fin de carrera; cursó los estudios eclesiásticos en el Estudio Teológico Agustiniano de Valladolid; fue profesor de Derecho Administrativo y del Colegio Nuestra Señora de Lourdes. Tiene en su haber un amplio currículo académico y pastoral, pero también posee un claro perfil conservador, en comparación con otras corrientes y compañeros que se ubican en el lado más crítico hacia el Pontífice de Roma.
Sus compañeros recalcan que este arzobispo llegará a ser el “rostro” más social de la iglesia española, representando al lado más conservador dentro de la misma, al contrario que José Cobo, su vicepresidente y un correligionario con una visión más amplia, abierta, liberal y más cercana a la visión y en la misma línea que la del papa Francisco. El arzobispo presidente de la Conferencia Episcopal se halla en el lado más crítico hacia el prelado de Roma.
Y por tanto, he aquí que tenemos al señor Argüello intentando quitar importancia y gravedad al hecho de los abusos sexuales a menores en el seno de la iglesia. Él no está de acuerdo en que se ponga el foco únicamente en la iglesia y no en otros sectores de la sociedad. Piensa que no se debe juzgar con la mentalidad de hoy “los abusos sexuales llevados a cabo hace cuarenta años”. Y pienso yo, ¿los niños de hace cuarenta años tenían más capacidad de sufrimiento que los de la actualidad, estaban hechos de otra pasta? ¿a aquellos sí se les podía violar y a los de ahora no? Más de 300 casos fueron ocultados. Años de negacionismo. La Conferencia Episcopal rebajó las cifras y ocultó más de trescientas denuncias admitidas por diócesis y órdenes religiosas. Sí, señor Argüello, siga usted minusvalorando los abusos, ahora más que tiene el poder en sus manos. Es un negacionista que se ríe de las personas, que blanquea las cifras, porque no son números, son personas, muchas de ellas niños huérfanos, desvalidos, sin nadie que los defendiera.
Otra flor que lanzó por su boca en el año 2018, es que la iglesia tenía derecho a poder seleccionar sus candidatos y que debían ser “enteramente varones, y, por tanto, heterosexuales”. Se vio obligado a pedir disculpas por ello. Menos mal…Espero que se haya enterado ya de que la orientación sexual es inherente en el ser humano desde que nace. Las personas con diferente orientación sexual, no se hacen, nacen con ello.
Otra perla del señor del extraordinario currículo, es que se vinculó abiertamente con las posiciones de la ultraderecha, más concretamente con Vox en Murcia, en relación con la censura parental. ¿Volvemos al fascismo?
También ha expresado su rechazo al aborto, a la eutanasia y al colectivo LGTBI, a través de las redes sociales.
Pero, eso sí, ha prometido una actitud “leal, respetuosa y crítica” con el gobierno español.
La Conferencia Episcopal, el Fondo Común Interdiocesano, se constituye fundamentalmente con la partida correspondiente a la Asignación Tributaria. Los datos de Hacienda cifran la asignación, en el último trienio, en 1059 millones de euros. Eso es lo que nos cuesta a los españoles mantener a la Iglesia Católica, seamos o no católicos. España es un paraíso fiscal para dicha Iglesia y la segunda poseedora de propiedades inmobiliarias, después del Estado.
Qué fácil tiene el Presidente de la Conferencia Episcopal cumplir su programa de ir en contra de la libertad de la mujer para decidir sobre su maternidad o para ir en contra de la eutanasia y la muerte digna. Gracias a las casillas del IRPF del 0,7 y la de fines sociales, la Iglesia Católica recibirá un 40% de lo que se recaude y se entregará también a organizaciones y fundaciones católicas, que dedican parte de este dinero a financiar onerosas campañas para promover la represión sexual, la discriminación por razón de género u orientación sexual y todo lo nombrado anteriormente. ¡Qué fácil lo tiene, señor Presidente de la Conferencia Episcopal…!
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