Doñana 50 años

Las sagas de guardas

Los guardas de Doñana suman una leyenda que, en este caso sí, se corresponde bastante con la realidad de un tiempo y un modo de vida ya extinguido.

Publicado: 01/09/2019 ·
14:23
· Actualizado: 03/09/2019 · 12:30
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Autor

Jorge Molina

Periodista, escritor y guionista. Y siempre con el medio ambiente como referencia

Doñana 50 años

Doñana cumple 50 años como parque y es momento de contar hechos sorprendentes

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Históricamente han sido los encargados por el dueño del coto de mantener en perfecto estado de caza sus montes, marismas y dunas. En esto consistía la principal función del guarda mayor y su equipo. Lo demás, venía en cascada.

Detener a los furtivos, que entraban por el río, desde Cádiz, y por tierra desde Huelva. Velar por el orden en el palacio de Doñana y, ya en el siglo XX, en el nuevo, el de Marismillas. Informar a los dueños de toda contingencia. Atender a las visitas que la propiedad invitaba a cazar, o a simplemente holgazanear.

Guardias civiles y guardas cuando el coto pertenecía al conde de Niebla. Foto: archivo familia Morenés.

Y para ello siempre se ha echado mano de la gente de Sanlúcar, el pueblo desde el que se entraba a Doñana. Los dueños, ya fueran los ‘sanluqueños’ duques de Medina Sidonia, ya los bodegueros (casi todos marrqueses) de Jerez, cruzaban el río para ir a cazar desembarcando en la otra banda, en Malandar.

Los guardas repiten apellidos porque se trataba de sagas familiares. No debe pensar el lector tanto en un ejercicio de nepotismo, como en la lógica del aprendizaje pegado al padre, tío o hermano del oficio. Trabajo lleno de sabiduría, pues era preciso conocer el campo (a fondo, leerlo con una mirada), descifrar leer huellas en el suelo, enfrentarsede noche con furtivos, curar animales, conocer qué favorecería a un árbol dañado, recolectar (plantas, huevos, animales) cuando era necesario en casa, extraer medicinas de hierbas y árboles… y un sin fin de asuntos. Hasta dominar el rito de la piedra viborera.

Guardas de Marismillas 1956. Izquierda a derecha. JoséÂŽ Espinar Toro, Juan Espinar Bernal, Manuel Espinar Anillo, Felipe MorenÂŽés (marqués del Borghetto), Rafael Vá‡zquez Vá‡zquez, Rafael Vá‡zquez DíÂ’az, JoséÂŽ Espinar Cuadrado

Los saberes de los guardas son aún objeto de controversia. Hay grandes expertos, como Juan Villa, que defienden que se ha minusvalorado, y echado a perder, a esta ciencia y a estos hombres. Algunos extraordinarios conocedores se hallan sometidos a la duda de, si fue así, o no había otra forma de hacer la transición de coto privado de marqueses a parque nacional, como Miguel Delibes o Jesús Casas. Y otros, como Fernando Hiraldo, consideran que lo que esos guardas sabían de campo y animales estaba destinado al fin de la caza, no a su conservación.

En todo caso, se trata de figuras ya con el halo mítico de lo desaparecido. El rodillo de la Administración impide por completo desde hace años que haya épica, poética o siquiera sagas. Lo que hay son oposiciones, y un señor de Jaca puede acabar de guarda de Doñana. Lo cual, hay que decirlo, visto cómo empuja para su beneficio privado el entorno social del parque, igual no es mala circunstancia… Sí trabajan todavía en la plantilla del parque guardas con apellidos ilustres, como Espinar. Estamos ante lo que permanece de un tiempo ido.

Guardas antes de la creacióndel parque. Foto: Banco de Imágenes del CSIC.

Para no perder a esas figuras, el ex director de Doñana Alberto Ruiz de Larramendi escribió un libro, fotografiado por el imprescindible en este blog guía y fotero José María Pérez de Ayala, que recogía datos e impresiones de estos guardas.

Vamos a seguirlo a él en el recorrido:

Juan Espinar Bernal

Como casi toda la gente de Marismillas, nació en Sanlúcar, el 23 de octubre octubre de 1923. A los diez días lo llevaron a Marismillas, donde su padre, Juan Espinar Ibáñez, atendió como perrero al duque de Tarifa.

Aprendió las primeras letras de un guardia civil que vivia en Huerto María, un pequeño naranjal que plantó el duque de Niebla, donde ahora estan los eucaliptos que rodean Marismillas por el norte. La enseñanza religiosa era cosa de misioneros, que enviaba la propiedad 4 ó 5 días cada año para la catequesis. Así, su primera comunion fue en la capilla del Palacio.

Con 18 años empezó a trabajar en la serrería de la Plancha. Tres años despues de la mili tomó juramento como guarda, a la vez que su primo Manuel Espinar Anillo. Juan se casó en 1952 con Josefa Ruiz Cano, de la familia de carboneros y piñeros de los Pitilleros, que vivian en la Cantina, una choza cerca del llano de Velázquez. El viaje de novios fue a la Feria de Sevilla.

En 1954 lo nombran guarda mayor, con mando desde Malandar hasta la linde con el Puntal. Era curiosa su ténica para atraer a un venado: partir palos secos con fuerza, y al momento aparecía. Creía que era una pelea a golpe de cuernos. En 1952, colocando un cepo para zorros en la nave del Inglesillo, sacó de debajo de una mata una víbora colgando de un dedo. Sajó la herida a navaja e hizo un torniquete con el cordel de la sandalia. Camino de Sanlúcar el guarda de malandar le metio el dedo en amoníaco…

Chico, a la izquierda, con visitantes.

Chico, a la derecha, con un ciervo muerto.

Antonio Chico Vázquez

Nació en Sanlúcar en 1913. Un guardia civil de Marismillas le enseñó las primeras letras. Le dejaba tareas pendientes, y días después a la vuelta de la ronda se las corregía. Hizo la guerra civil en el regimiento de Cazadores de África, en el frente sur de Madrid. Vivía en la casa del Puntal, pero la de Santa Olalla quedó vacía y Felipe Morenés, marqués del Borghetto, le dio en 1940 el puesto de guarda con sueldo de 80 pts al mes.

Se casó con Antonia, hija de carbonero del coto, en 1942 en Sanlúcar, y el viaje de novios fue una noche en el Puntal con los padres de él. El parto de su hija Antonia se adelantó 20 días; envolvió en mantas a su mujer y a caballo, tras seis horas por el camino de Sanlúcar, cruzaron el río en una canoa a remo. En Bajo Guía tomó prestado un burro para dirigirse a la casa paterna de ella. La niña nació tan ‘esmayá’ que le pusieron a cada lado una botella de agua caliente.

Cuando se dividio la propiedad de la sociedad Coto de Doñana (los Borghetto vendieron la mitad del coto a tres bodegueros) pasó a depender de uno de ellos, los González, de Tío Pepe. Chico resultó clave en la gestación de Doñna, por su trabajo codo con codo con José Antonio Valverde.

Los guardas del Palacio de Marismillas un día de cacería. Foto: Banco de Imágenes del CSIC.

Antonio Espinar Salgado

Nació en Sanlúcar en 1933. Hijo y nieto de capataces de las salinas. Las salinas eran entonces propiedad de los madrileños hermanos Lara, que la heredaron del general Montero.

La mujer de Espinar, Victoria –una Clarita- recuerda el viaje en dornajo, una embarcacion de mediano tamaño, a Sanlúcar para comprar el costo: aceite, azucar, legumbres, leche condensada, bacalao… lo que no daba la marisma: carne, leche de cabra parida, pescado, huevos de aves.

Antonio y Victoria se hablaron durante 8 años. Él iba a Las Nuevas dos veces por semana a caballo, o en un cajon cañeando, e incluso en barca a vela, según el nivel del agua. Había mucho niño y gente, y no era fácil encontrar soledad. “Había que dar muchas vueltecitas para coger nuestro aparte”, comenta. Se casaron en 1960, y de viaje estuvieron cuatro días por Cádiz y Jerez.

Antonio recuerda los espárragos de las salinas, amargos y excelentes, que vendía en Sanlúcar a 1 peseta los 20 pares. Para calentarse se usaban cagajones –de vaca, los de yegua no valen nada- cogidos junto a los abrevaderos; almajo; palos del río, o piñas de Marismillas, el único combustible que autorizaba a retener la propiedad. Tenían permiso para comer de la marisma, o sea, abatir aves si no espantaban la cacería.

El ornitólogo onubense Pedro Weikert, a la izquierda, con la familia de los Domínguez, en La Algaida. Foto: Archivo familia Valverde.

José Espinar Anillo

Nació en Sanlúcar el 1 de octubre 1927. La casa familiar estaba en el Faginado. Empezó a trabajar en 1941 en la serrería de la Plancha, propiedad de Borguetto, a 3 pts el día. Aprendió las letras gracias a los misioneros que enviaba la propiedad a Marismillas. En 1947 hace la mili en Sanlúcar de repostero, al cargo del capitán de corbeta don Mariano.

A mitad de siglo Marismillas tenía un gran trasiego por las tareas forestales. Las chozas de la Plancha cobijaban a 50 familias permanentes. Para poner algo de orden, Borguetto envió en 1950 a la familia de José al cuartel de los civiles de Marismillas, levantado por el duque de Tarifa en 1905 en sustitución de las chozas donde malvivían los carabineros. Cuando llegaron había 1 cabo y 6 números, armados con grandes sables.

En 1953 se casa con Josefa Espinar Bernal, empujado por la marquesa de Borguetto, que le prometió contratar de profesora a la que eligiera. Los padres de ambos eran primos hermanos. El párroco fue a la casa a felicitar a los padres de los dos novios, pues “hacia tres años que no casaba a unos novios no embarazados”.

Pepe Boixo ante el famoso primer land rover de la Reserva. Foto: Banco de Imágenes del CSIC.

José Boixo Sánchez

Nace en Las Carabiruelas, Hinojos, en 1935. En 1942 se traslada la familia a Hatobarrera. Había gran actividad porque empezaron las repoblaciones masivas ordenadas por Patrimonio Forestal en el sector norte del coto. Él empezó con 11 años de tractorista, y hasta 1964. Su primer trabajo fue llenar con agua –una lata, una goma y un embudo- las ruedas de los tractores, que se llenaban así en parte para compensar su poca potencia en el suelo arenoso.

Se casó el 24 mayo de 1963 con Manuela Saavedra Borrero. Juró como guarda de la recién creada reserva el 1 diciembre del 64, y el 11 de mayo del 65 era guarda mayor, ya en Marismillas.

Por la izquierda, Jesús Vozmediano, Francisco Llanos, Antoinio Herrera, el Maestro, Anastasio Senra, y Pepe Clarita. Foto: Jesús Vozmediano (libro).

Francisco Llanos Quintana

Nació en Coria en 1932. Con un año la familia se fue a Isla Mayor, entonces El Puntal, donde el padre fue capataz de Los Pobres. Con 11 años tenía escopeta, y de un tiro mataba una docena de gallaretas (focha comun) entre los arbustos del arroyo de la Cigüeña.

En Los Pobres había hasta 60 personas, “todos los desterrados del mundo; llegaba la guardia civil y aquello se vaciaba, iban todos de cabeza al canal como si fueran gallaretas” para esconderse.

En 1953 se casa con Purificación Sánchez. De regreso a la Isla se dedica a organizar safaris para cazadores europeos. La marisma era una tierra de nadie. Solo la finca Las Nuevas –guardada por Clarita- y la marisma de Hinojos tenían control de verdad. Llanos alquilaba 3 tractores con carriola y montaba el campamento en el Cangrejo. De ahí salían de caza todos los días, “hasta que los señoritos se hartaban de pegar tiros”.

Vivió en Matalascañas durante los 60, tras ayudar a construir la carretera. “¡No pasamos nada para afirmar la carretera sobre la laguna de la Soriana!”, recuerda. Cuando llegaron los alemanes, “y alemanas”, hizo de guía para ellos con un dos caballos furgoneta. Recuerda que a los guiris les encantaba un atasco, así que metía el coche queriendo en un fangal, para sacarlo a pulso y con un taco de madera en la rueda. A veces el coche salía demasiado rápido y no lo podía coger, yendo contra un alcornoque. En 1973 entra en el Icona de guarda.

Antonio Chico con lo cobrado en una cacería de ánsares. Foto: Banco de Imágenes del CSIC.

Manuel Espinar Anillo

Nace en 1924 en Sanlúcar. Empezó en la serrería de La Plancha. Hizo la mili en Sanlúcar con un oficial que lo aprovechaba para irse con él a cazar al coto, aunque “no le daba a un monte”. Se casa en 1951 con la hija de un carbonero, María Román y marchan a la casa de la Venta, y con ello fue contratado como guarda de la finca,  al mando de los tercios del Faro y de la Venta.

Antonio ‘Clarita’. Foto: Banco de Imágenes del CSIC.

Antonio Rodríguez Parada, Clarita

Antonio Rodríguez Parada, más conocido como Toni Clarita, fue el último guarda mayor de Las Nuevas. Su hijo, Antonio Rodríguez Ramírez, ha escrito un libro para conservar su recuerdo. “Uno de esos clanes de marismeños que hizo de esta tierra su forma de vida a lo largo de cientos de años fue el de los “Clarita”. Su tradicional lugar de campeo quiso la fortuna que quedara encuadrado dentro del Parque Nacional de Doñana, y el devenir de los tiempos vio como aquellos cazadores/recolectores primigenios acabaran siendo los guardas forestales del área protegida actual”.

“Mi padre fue muy consciente de que su generación sería la última, que una forma de vida se abocaba a su fin”. La saga de los Clarita incluye a Plácido Rodríguez Parada, creador junto a Maribel Adrián de la Cañada de los Pájaros, excepcional reserva natural concertada cercana a otra reserva del entorno de Doñana, la Dehesa de Abajo.

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