Por primera vez desde la moción de censura con la que desalojó a Mariano Rajoy de Moncloa, a Pedro Sánchez le ha tembaldo el pulso. Cabe aún aclarar si ha caído en la trampa de Pablo Iglesias o
el pacto con Bildu ha contado con su anuencia. Si nos atenemos al titular de Ábalos en El País (Otegui es más de fiar que Casado, vino a decir), parece que sí, que el líder socialista conocía y bendecía las negociaciones con los herederos políticos del legado de ETA. En cualquier caso,
el Gobierno se ha pasado de frenada. Lo sabe. Le aterra. Y trata de enmendar el error negando la evidencia. Como haría Donald Trump.
Pedro Sánchez no ha optado por un tuit, sino por
una interminable carta a sus afiliados a los que trata de convencer que todo lo que han visto ha sido producto de su imaginación,
al más puro estilo Anthony Blake. La misiva no ha acallado las voces críticas en el seno de su partido. Socialistas cabales (y fuera de foco por el adjetivo) como Joaquín Leguina, José Luis Corcuera, Alfonso Guerra o Juan Carlos Rodríguez Ibarra han alzado la voz. También lo han hecho presidentes autonómicos como Emiliano-García Page, Javier Lambán o Guillermo Fernández Vara. Antonio Miguel Carmona aseguró que “
tenemos muchos asesinados por ETA como para llegar a un acuerdo con Otegui que ha reafirmado que su voluntad es destruir el Estado” y, durante una entrevista en COPE, comparó a Bildu con el partido nazi.
Conociendo el paño, Pedro Sánchez no tardará en abrir un nuevo escándalo o llevará a cabo alguna otra maniobra de distracción para evitar que se siga hablando demasiado tiempo sobre su traición a la memoria de las víctimas del terrorismo etarra y a la propia unidad nacional. Los de Otegui han admitido sin empacho que
vienen a derribar el Estado, como recuerda Carmona. Lo normal es que el militante del PSOE esté tan estupefacto como cualquier ciudadano sin carné político que precie nuestro régimen de libertades. Pero la situación requiere una reacción.
Las bases deben movilizarse y devolver la carta a Pedro Sánchez instándole a que rectifique.
España atraviesa un momento muy delicado. La crisis económica descuelga a nuestro país de Europa que, por otra parte, ha expresado con todas las letras la desconfianza que despierta este Gobierno con la reforma del poder judicial o la solvencia económica y financiera de las cuentas para el próximo año. La respuesta a la crisis sanitaria ha sido deficiente y nos sitúa a la cola en el pelotón mundial de eficacia ante la pandemia. Pedro Sánchez no va a dar un giro porque
conduce un Gobierno sin frenos, saboteado por el copiloto, un Pablo Iglesias que, como Bildu, quiso tocar poder para transformar a España en otra cosa. No se puede esperar a las próximas elecciones porque, para entonces, nuestra libertad habrá quedado reducida a la mínima expresión.
El militante socialista tiene la responsabilidad de frenar esta deriva autoritaria e indecente.