El revuelo formado por el empadronamiento de Macarena Olona, candidata de Vox a la Presidencia de la Junta de Andalucía, en Salobreña recuerda, inevitablemente, al lío de Toni Cantó con las listas del PP. El actor y ex diputado de Ciudadanos no cumplió con el trámite en los plazos legalmente fijados y protagonizó un descacharrante sainete en la precampaña madrileña. No está muy claro si tiene recorrido el caso de Olona pero, al menos una formación, Andaluces Levantaos, ha solicitado a la Junta Electoral de Andalucía que considere no elegible a la candidata de Vox, así como que el Ministerio Fiscal estudie si ha podido haber falsificación en documento público, puesto que el propio dueño de la casa ha reconocido públicamente que no reside allí y que han realizado ese empadronamiento ficticio para poder presentarse a las elecciones andaluzas.
El resto de partidos de izquierda también han entrado a cuestionar a Olona, confirmando que Vox protagoniza en gran parte el discurso con el afrontarán la campaña electoral. La estrategia, como demostró la campaña de acoso y derribo contra Toni Cantó, demostró, sin embargo, que no es efectiva. Ayuso arrasó y luego colocó a Cantó, fuera de las listas por decisión judicial, como director de Área de la Oficina del Español de la Comunidad de Madrid.
La polémica no va a dar un solo voto a Vox y, muy probablemente, tampoco se lo quite. Ni tampoco va a movilizar el voto al otro lado del espectro. A quien beneficia únicamente este ruido es al PP, que continúa con un tono moderado y propositivo en Andalucía que seduce, según las encuestas, a una abrumadora mayoría de votantes.
Tanto PSOE como las formaciones a su izquierda tienen un reto mayúsculo. No solo porque tendrán que darle la vuelta a los sondeos, sino porque tendrán que afinar en los argumentos de campaña. El miedo a la ultraderecha no es suficiente. Tampoco lo es el discurso del agravio. ¿Qué les queda?
El PSOE está descolocado después del traumático relevo de Susana Díaz y colean todavía los casos de corrupción vinculados a los fondos para combatir el desempleo y la formación. El partido continúa aún apagando los fuegos territoriales propios de la catarsis a la que se ha tenido que enfrentar tras perder el poder después de 40 años. Los socialistas no pueden empuñar tampoco la bandera de la calidad de los servicios públicos porque la pandemia mostró claramente que la gestión de sus gobiernos ofrecía, en este sentido, más sombras que luces.
Por Andalucía continúa tratando de solventar los problemas legales a raíz de la firma de los partidos que integran la coalición. Podemos despierta desconfianza entre los socios y los propios electores, desencantados de la formación morada por la espantada de Pablo Iglesias y las cuitas internas.
Teresa Rodríguez, por su parte, carece de la fuerza de siglas consolidadas, hasta el punto de que ha sustituido el logo en la papeleta por un selfie. Los minoritarios apenas tienen cabida en los espacios informativos y no despuntan en redes sociales.
¿Tienen tiempo para armar una campaña convincente? Lo dudo. Las elecciones se disputan cada día desde la jornada siguiente al recuento.
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