La democracia formal en España viene dependiendo en gran medida de las decisiones de las elites de apenas cinco partidos. La decisión de tener o no gobierno en los próximos días solo parece depender de un miembro de esa élite. Tanto si hay acuerdo de investidura con ERC como si no, y marchamos indefectiblemente hacia unas terceras elecciones, el PSOE va a perder apoyos electorales a corto plazo. A expensas del devenir concreto de una u otra situación los socialistas sufrirían un desgaste electoral que lo podría hacer caer dos o tres puntos en porcentaje de voto. Parece lógico, por tanto, y siendo materialmente imposible un acuerdo que pasara por la intervención positiva del PP y/o de Ciudadanos, que hagan su mayor esfuerzo en llevar a la investidura lo antes posible a Pedro Sánchez y esperar el menor daño colateral tras el acuerdo explícito con ERC, consagrandola recuperación electorala los idus de marzo, con el gobierno ya a pleno funcionamiento.
Los republicanos catalanes tienen necesidades obvias de pacto, pero se encuentran con el dilema de sacar el máximo rédito a las negociaciones sin minar el acuerdo y navegan con el viento en contra de JxCat y la CUP. Ambos partidos aspiran a que el acuerdo de ERC con el PSOEles sirva de gasolina para incendiar las previsibles elecciones catalanas y aumentar sus expectativas electorales dentro del movimiento independentista. A partir del 3 de enero pueden volver a moverse las fichas de ese ajedrez.
El probable acuerdo de investidura del PSOE y ERC va a incrementar el frentismo de VOX y a endurecer la posición del PP. El partido de Santiago Abascal está construyendo un discurso españolista que ha roto, en buena parte, el plano de lucha ideológica clásico en nuestro país. Más allá de las tensiones centro-periferia y del debate izquierda-derecha la disputa por la bandera era una cuestión dejada a la derecha, bien de Fraga, bien de Aznar. Pero los acontecimientos de Cataluña y la fractura social propiciada en esta Comunidad por los independentistas han impregnado los debates y las preocupaciones del resto de españoles. El temor a que suceda algo imprevisto en Cataluña es cada vez mayor. La fuerza del Estado en aquella comunidad se ha ido debilitando a los ojos de numerosos ciudadanos. Este es el punto de crecimiento de VOX y el acuerdo de investidura, sin duda, va a alimentar esta llama. Por tanto ya corto plazo tanto VOX, como en menor medida el PP, van a subir en apoyos a costa fundamentalmente de movilizar un voto españolista de todos los partidos, probablemente también entre los partidos de izquierdas. El crecimiento posterior de VOX va a depender no tanto de este partido como de la actuación de los actores catalanes y de la gestión del propio gobierno de Pedro Sánchez durante los próximos meses.
Ya pasadas las navidades, o el solsticio de invierno según para quien, Unidas Podemos sigue haciendo lo que está en su mano para tratar de sentarse por primera vez en un Consejo de Ministros. Un trono de brillantes, perlas y oro que no va a ser fácil de gestionar. Nunca antes en nuestra reciente democracia se sentaron en Moncloa ni uno, ni dos, ni tres ministros a la izquierda del PSOE. Muy probablemente en pocos días lo veremos por primera vez.
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