Conocer los detalles y los secretos del cerebro siempre ha sido una aspiración del ser humano y es que este órgano, el más complejo del cuerpo, es el guardián de millones de secretos sobre la raza humana. Estudiar el funcionamiento del cerebro durante el proceso de enseñanza-aprendizaje y analizar el desarrollo de éste y su reacción a los estímulos, que posteriormente se transforman en conocimientos, es lo que hace la neuroeducación. Este campo científico ha supuesto un fogonazo de esperanza en la mejora del proceso del aprendizaje. De ahí, que no es de extrañar que los máster en neuroeducación se hayan convertido en una de las opciones formativas más atractivas en el sector educativo en este momento.
Este motor de aprendizaje funciona con combustibles como la emoción y la motivación. La neuroeducación persigue identificar los estímulos que van a captar la atención de los estudiantes. De este modo, conocerlos permitirá aplicarlos en las aulas y que los conceptos se consoliden con mayor facilidad. La motivación que siente el alumno por la materia supone un acelerador del aprendizaje. Pues, ahora, gracias a la neuroeducación el docente tiene herramientas para detectar factores con los que transmitir a los estudiantes esa emoción.
En este sentido, Francisco Mora, doctor en Medicina y Neurociencias y catedrático de Fisiología Humana, postula que para garantizar el éxito de los procesos de enseñanza y aprendizaje es necesario que vayan acompañados de una pasión por aprender. “Sólo se puede aprender aquello que se ama”, defiende Mora, uno de los principales referentes de la neuroeducación.
En la actualidad, en este avance de la neurociencia impera un abordaje multidisciplinar debido a que en este ámbito emergente convergen especialidades como la neurociencia, la psicología, la ciencia cognitiva y la educación para mejorar los métodos de enseñanza y los programas escolares.
Rubén García, psicólogo y neuropsicólogo, argumenta que la agenda del futuro de la educación pasa por formar al profesorado en el funcionamiento del cerebro, habilidades sociales y regulación emocional. Además, García insta a explorar nuevas formas de aprendizaje basadas en las diferencias neurológicas y la incorporación de nuevas figuras en los centros, expertas en modelos de aprendizaje desde la neurociencia.
La actual formación de maestros y educadores se sustenta en marcos conceptuales y teóricos, generalmente, de carácter socio-cognitivo que no analizan el papel del funcionamiento cerebral en las experiencias de aprendizaje. Por este motivo, formarse en este campo científico aplicado a la educación, conociendo más cómo funciona el cerebro en el proceso de enseñanza-aprendizaje, aportará al docente cambios significativos en su modo de pensar y enriquecerá su labor profesional.
La neuroeducación ya no es el futuro, sino que es el presente, y ha llegado para demostrar que amar y aprender viajan de la mano.
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