Un genoma es la colección completa de un ADN, una larga secuencia de moléculas que contienen el conjunto heredado de instrucciones para construir y hacer funcionar un organismo. Hace hoy 20 años, el ser humano dio uno de los pasos fundamentales para conocer esa especie de manual de uso.
La historia de la secuenciación del genoma humano de referencia es como una carrera de relevos. Comenzó en 2001 con la publicación del primer borrador; el 14 de abril 2003 se dio a conocer una versión funcional y en 2022 se logró la primera secuencia completa.
El anuncio del primer borrador se hizo por motivos políticos y puso fin a la carrera entre la iniciativa privada y la pública para ver quién acababa antes, en él había información básica, pero “con agujeros importantes”, dice a EFE el genetista e investigador de la Universidad Oberta de Catalunya (OUC) Salvador Macip.
La versión anunciada en 2003 era más funcional, con toda la información esencial, mientras que la de 2022 incluye además el 8 % que hasta la fecha no se había podido leer.
Secuenciar un genoma consiste en determinar el orden exacto de los pares de bases de un segmento de ADN.
El genoma lo forman unos 3.000 millones de pares de nucleótidos, designados con las letras A, T, C, G (adenina, timina, citosina y guanina). Estas letras se reúnen en genes y estos en cromosomas, que serían como los capítulos de lo que se llama el libro de la vida.
La versión final de 2022 ha dado acceso a zonas que pueden tener funciones importantes y ha puesto al descubierto que nuestro ADN tiene muchas partes repetidas, e incluso “restos” de virus que se incorporaron al genoma humano hace milenios, señala Macip, también investigador de la Universidad de Leicester (Reino Unido).
Ese nuevo mapa reveló regiones ocultas e importantes para entender las enfermedades genéticas, la reproducción, la diversidad humana e incluso la evolución de nuestra especie, dijo en su día el líder del Consorcio T2T (Telómetro a Telómero) que publicó el resultado en la revista Science.
Los avances en la secuenciación del genoma han ido de la mano del desarrollo de la tecnología, que ha permitido llegar a regiones cada vez más inaccesibles y hacerlo de una forma más precisa y barata, dice la profesora de genética de la Universidad de Vigo, Iria Fernández.
La científica compara la secuenciación del genoma con un puzzle, donde hay partes más fáciles, que serían los genes que codifican proteínas, y otras, por ejemplo hacer un cielo, que es complicado porque las piezas son casi iguales y repetitivas.
En la secuenciación de ese genoma de referencia han ido quedando partes que no se han podido resolver y se identifican con una N, lo que significa que no se sabe lo que va en ellas, y también hay errores; todo ello se ha ido en gran parte subsanando en las sucesivas actualizaciones, apunta.
El genoma humano de referencia -agrega Fernández- no corresponde a la secuencia real de ninguna persona concreta, sino que es un mosaico formado por el de 20 personas, todas de procedencia étnica europea.
Macip destaca que “para entender la variedad que hay entre personas y entre grupos de poblaciones” lo importante es leer muchos genomas, pues en la bases de datos hay “exceso de información de poblaciones blancas de origen europeo, mientras que otros entornos étnicos están poco representados”.
Hace falta obtener información genética de todas las poblaciones para entender las diferencias y las similitudes, que serán “básicas a la hora de diseñar mejores tratamientos para muchas enfermedades, y también para entender mejor la historia de la humanidad”.
Es decir, agrega Fernández, un “pangenoma” de referencia que incluya datos sobre las variaciones étnicas más frecuentes, que puede ser de gran utilidad.
El genoma humano que hoy se considera de referencia sirve para poder leer más fácilmente el de los pacientes a los cuales se les va a aplicar, por ejemplo, medicina personalizada.
La idea es poder escoger el mejor fármaco en función de las variaciones genéticas de cada uno. Es hacia donde va la medicina del futuro, pero para llegar a este punto, primero teníamos que tener una idea de como era un genoma humano básico, dice Macip.
Ambos investigadores coinciden en que aún queda mucho trabajo por delante, porque una cosa es poder leer el libro y otra saber exactamente lo que significa o cómo funciona.
Hasta aquí, se sabe qué funciones tienen la mayoría de genes, pero “la foto está aún borrosa”, hay que entender cómo se regulan, cómo se decide cuándo se activan y cuándo se silencian y cómo interaccionan entre ellos.
“La mayoría de genes tiene más de una función y en la mayoría de procesos celulares está implicado más de un gen. Entender estas redes de comunicación -subraya Macip- nos dará aún mucho trabajo”.
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