Las declaraciones del ministro de Consumo, Alberto Garzón, al medio británico The Guardian sobre la calidad de la carne española, siguen generando polémica. Sin embargo, que el ministro haya dicho que España exporta carne de mala calidad procedente de animales maltratados, no sorprende. Como lo explica el equipo de gobierno de Benidorm que ha presentado una moción para exigir el cese de Garzón, “no es la primera vez, ni es el único sector productivo español atacado por el ministro de Consumo”. Esto haciendo referencia a los ataques que han sufrido, tanto el sector turístico, cuando el ministro lo ha calificado de “estacional, precario y de bajo valor añadido”, como el sector agroalimentario, tras la promoción por parte de Consumo del sistema de etiquetado francés, Nutri-Score que perjudica directamente a los productos bandera de España.
Al poner en tela de juicio la calidad de la carne española ante la audiencia internacional del periódico The Guardian, Garzón le ha dado la razón a quienes desde hace meses lo acusan de traicionar a España. Entre ellos, la diputada por el PP, Carmen Riolobos, quien durante el intenso debate sobre el Nutri-Score en la Comisión de Sanidad y Consumo del Congreso de los Diputados llamó “vendido” a Garzón por su defensa al sistema francés.
En ese entonces, Riolobos culpó al responsable de la cartera de Consumo de “traicionar a la industria agroalimentaria y a la artesanía española y al campo español” al promover la adopción del NutriScore en España. También lo acusó de “haberse vendido a las multinacionales francesas de la alimentación y al campo francés”. Porque, tal y como explica el eurodiputado español, Adrián Vázquez Lázara, “no es ningún secreto que el sistema de NutriScore se ha desarrollado como una colaboración público-privada en Francia y los principales promotores de este sistema son las grandes empresas agroalimentarias francesas”. Por ende, al haber participado en el desarrollo del etiquetado y saber cómo funciona el algoritmo, “pueden cambiar los ingredientes de sus productos para conseguir un resultado positivo”, concluye Vázquez Lázara. Lo que explica por qué ciertos productos malsanos obtienen buenas calificaciones, mientras que productos típicos españoles y que cumplen un rol central en la dieta mediterránea, como el caso del aceite de oliva, obtienen malas calificaciones.
La polémica en torno a NutriScore ha dejado de ser simplemente un debate sobre etiquetado frontal y se ha convertido en una cuestión de Estado en el momento en que Consumo decidió poner en mano de las autoridades francesas el futuro de la cadena agroalimentaria española. Así lo considera Antonio de Mora, secretario general de la Asociación Española de Exportadores e Industriales de Aceituna de Mesa (Asemesa), quien advierte sobre el efecto negativo del etiquetado francés sobre determinados productos, especialmente algunos de la dieta mediterránea.
Son precisamente las bochornosas calificaciones que obtienen los productos típicos españoles y pieza fundamental en la dieta mediterránea, las que han llevado a la aprobación de una moción del Grupo Parlamentario Popular en la Comisión de Sanidad y Consumo del Senado por la cual se insta al Gobierno de España a frenar la implantación del NutriScore en España y esperar a que la Comisión Europea seleccione un etiquetado armonizado a nivel europeo. Porque como ya es sabido, NutriScore no es la mejor, ni la única opción. De hecho, en los últimos meses, ha comenzado a cobrar cada vez más protagonismo el nuevo modelo de etiquetado desarrollado por las autoridades italianas y avalado por el Instituto Superior de Salud y el Consejo de Investigación en Agricultura y Nutrición, como así también por las asociaciones de consumidores y los representantes de la cadena agroalimentaria. El sistema en cuestión se llama Nutrinform Battery.
El etiquetado Nutrinform se basa en un símbolo de batería que indica al consumidor sobre el impacto de cada porción de alimento en su dieta diaria. Es decir, demuestra la contribución nutricional de cada alimento en comparación con la cantidad recomendada por la Unión Europea para llevar una dieta sana y equilibrada como lo es la mediterránea. Esto, como lo explica el médico nutricionista y gastroenterólogo y profesor del Campus Biomédico de la Universidad de Roma Luca Piretta, “hace que el consumidor sea consciente de lo cerca que está de las cantidades máximas recomendadas para los nutrientes críticos individuales, mostrándole (y por lo tanto educándolo) el camino para las mejores elecciones también para las otras comidas del día”.
El Nutrinform, informa. Por ende, permite a los consumidores acceder a información transparente y objetiva sobre las calorías y nutrientes de cada producto. Esto les permite tomar decisiones conscientes y como afirma el profesor Piretta, “sin riesgo de ser engañados”. Además, la aceptación del Nutrinform ha quedado demostrada en un estudio reciente realizado por la Universidad Luiss de Roma, en el que se investigó la comprensión y las preferencias de los consumidores europeos con respecto a los etiquetados nutricionales. La conclusión de dicho estudio señala que los consumidores europeos prefieren el sistema Nutrinform frente al Nutri-Score.
Si bien para los consumidores hay un claro ganador, el sistema italiano, más respetuoso con las tradiciones mediterráneas compartidas con España, el ministro de Consumo aún ignora la abrumadora oposición al etiquetado NuriScore. Por eso el portavoz del PP, Juan María Vázquez se pregunta por qué “mientras los países mediterráneos, los países del aceite de oliva, hacen una defensa a ultranza de sus productos y de la dieta mediterránea, parte de nuestro Gobierno se alinea con los países de la mantequilla”. Aunque vistas las recientes declaraciones del ministro de Consumo sobre la calidad de la carne española, la verdadera pregunta es por qué su cartera sigue promoviendo campañas que ponen en jaque la reputación de las industrias españolas.