Sindéresis

Patriotera

Deben existir y coexistir, por supuesto; el problema que tengo es que ellos ven malo que exista yo.

Publicado: 02/11/2020 ·
13:56
· Actualizado: 02/11/2020 · 13:56
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  • Disturbios.
Autor

Juan González Mesa

Juan González Mesa se define como escritor profesional, columnista aficionado, guionista mercenario

Sindéresis

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La unidad administrativa sobre la que uno puede ejercer influencia a través de la política es algo que condiciona claramente la agenda y los objetivos. Desde un ayuntamiento no se tramitan leyes, sino bandos y reglamentos, y básicamente se administra el dinero. Sin embargo, constantemente se aprovecha el altavoz para mandar mensajes políticos de mayor calado; se izan o arrían banderas, se insta a organismos superiores a hacer cosas, se hacen declaraciones institucionales. Algo parecido sucede en las Comunidades Autónomas, que no tienen calado para modificar gran cosa más allá de sus límites, pero suponen un enorme altavoz político, y, por lo que vemos en la Comunidad de Madrid, también un teatro.

Tanto es así, que los mensajes que envían partidos que, en principio, podrían estar de acuerdo en muchas cosas (lo que entendemos por ser de izquierdas o de derechas) pueden ser muy divergentes y, en ocasiones, tocarse con sus extremos. Es lo que sucede con los nacionalismos, cuyo más claro mensaje, en líneas generales, es «primero los de aquí». En esa tesitura, resulta doloroso que un partido que quiere ir en confluencia contigo intente que digas en Andalucía lo mismo que dice VOX en España: primero los de aquí.

Existen partidos cuyo objetivo político es negociar constantemente beneficios para su tierra, a costa de lo que sea, con quien sea; esos partidos tradicionalmente han sido bisagras de la izquierda y de la derecha, según mandase el viento, y han ahondado en las desigualdades de tierras vecinas, propagando, quizá, la necesidad de que surjan otros nacionalismos por mera defensa propia, pero me reconoceréis que así es difícil llevar a cabo un proyecto de futuro a través de la unidad administrativa que mayor calado tiene en la vida de las personas: el país. Así es difícil defender los derechos de las minorías. Así es difícil modernizar corredores ferroviarios, administrar cuencas hidrográficas o reformar la Constitución Española.

Esto último es tan clave y tan importante para el futuro que resulta paradójico, insultante, que los partidos que se dicen rupturistas quieran anclar sus demandas a una cuestión territorialista, cuando dicha cuestión los pondrá de acuerdo con formaciones a las que les da igual la Constitución Española porque, directamente, no quieren pertenecer a España; incluso teniendo en cuenta que sus aspiraciones consultivas pasan por reformar la Constitución.

Deben existir y coexistir, por supuesto; el problema que tengo es que ellos ven malo que exista yo. El problema que tengo es que me llamen mesetario por ser solidario, ellos, que para parecer de izquierdas muestren preocupación por lo que sucede en Rojava, pero afean que queramos el bienestar para todas las otras Comunidades Autónomas. En cierto modo, se comportan como lo hacía la Real Sociedad cuando fichaba vascos o extranjeros, pero no españoles. 

El problema que tengo es que son excluyentes, totalitarios, chovinistas y que hacen todos los alardes que ya he visto antes en todos los estamentos que considero perjudiciales. Ya me conozco la naturaleza de los que están todo el tiempo trastocando la realidad y la historia para representarse superiores al resto solo porque dio la casualidad de que naciste en un sitio y no te pilló el parto en el sitio de al lado.

Ya me conozco la naturaleza de los que intentan reunir una hueste en torno a una bandera y no en torno a unos principios de comportamiento y de administración de la público. No es mi naturaleza y jamás pertenecería a un partido político de ese pelaje; en ese sentido, no me he movido del sitio ni medio metro. Desde luego, un cambio tan profundo en los principios de una persona no es cosa de media legislatura; en media legislatura a un internacionalista no le da tiempo a hacerse regionalista, pero sí le da tiempo a enseñar a los demás que nunca tuvo más proyecto político que seleccionar un rebaño que lo siguiera hasta el infierno, donde suele conducir lo irracional y patriotero.

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