Sindéresis

Manual de conducta

Ya sabemos de qué va el rollo, que uno escribe, pinta o rueda lo que quiere y a veces lo que le dejan.

Publicado: 22/06/2020 ·
13:47
· Actualizado: 22/06/2020 · 13:48
Publicidad Ai Publicidad Ai
Autor

Juan González Mesa

Juan González Mesa se define como escritor profesional, columnista aficionado, guionista mercenario

Sindéresis

Del propio autor:

VISITAR BLOG

Las obras que transmiten contravalores, valores contrarios a los de nuestra sociedad actual, serán recriminadas, prologadas con las suficientes alertas, o boicoteadas. Está sucediendo y seguirá sucediendo, y me gustaría advertir sobre las consecuencias que esto podría tener. La primera es que la gente deje de entender qué es una obra de ficción y qué se puede esperar de ella. Todos sabemos qué es el prospecto de una medicina y qué podemos esperar de ello, ¿verdad?

¿Y que sucedería si esta confianza no se correspondiese con la realidad?

El autor de ficción no tiene ninguna obligación con la realidad; en todo caso, si quiere que sus obras sean disfrutables, lo tiene con la verosimilitud, es decir, con que lo que sucede sea creíble, o coherente, dentro de los propios códigos marcados en la ambientación de la obra, sea esta una ambientación actual urbana, histórica agreste, fantástica o futurista interespacial. No tiene mayor compromiso que ese y esto es así desde que el mundo es mundo. Todos los años se paren miles y miles de obras de ficción que no reflejan la realidad más o menos objetiva de ningún momento histórico, que no han sido fieles al sentir o padecer de ningún colectivo, que no guardan cuidado con la sensibilidad activista o la higiene mental de absolutamente nadie. Y otras que sí lo son. O que lo son para tu gusto, o para tu conocimiento, profundo o escaso.

Todos los años, todos los días, miles de obras ven la luz como murciélagos provenientes de una cueva infinita, ciegos, voraces e inconscientes. Y los consumidores de ficción somos su presa. Una obra es la boca de un autor que quiere devorarte, que quiere tu atención, tu emoción y tu dinero. No es un manual de conducta, al menos no por definición, y es bueno que la gente lo sepa.

Es imprescindible que esto nunca se pierda de vista, porque podría suceder, en un futuro no muy lejano, que a base de boicotear, prologar o recriminar, la gente confíe en las obras como en los prospectos médicos. ¡Ey, si no viene nada en la portada, es que esta obra no tiene nada de racista! Si la están vendiendo en librerías, seguro que es verdad que los tercios españoles han sido los guerreros más letales de la historia. Si ningún colectivo ha advertido sobre este título, debe ser que refleja muy bien el sentir del colectivo homosexual en la Irlanda de los años 50.

O eso, o, no sé, nos dedicamos a recordar a la gente despistada que lo que tiene en las manos, lo que sale en la pantalla, no se facturó para convertirlo en mejor persona, para defender la realidad de las cosas, para construir un mundo más justo, y que, cuando eso no sea así, no se va a encontrar una etiqueta de advertencia. No tenéis etiquetas, no tenéis prologuistas, no tenéis suficiente gente, ni determinación, ni conocimiento, y me aventuro a decir que no tenéis las ganas que hacen falta, y por supuesto no tenéis derecho, para catalogar las obras según sus aportes morales. No estoy hablando de advertencias sobre cosas que puedan herir la sensibilidad. Eso es normal. La gente tiene sensibilidad, tiene traumas, y esa gente está adquiriendo un producto que quiere disfrutar. Al que le parezca que mejorará su relación con los consumidores, que ponga advertencias: sexo no consentido, violencia extrema, muerte de animales, nihilismo atroz. Mejor que lo haga la editorial o productora que un bloguero, eso ya os lo adelanto.

Pero para lo demás, por favor, parad ya; esto es ridículo. Nos hemos criado con películas en las que no existían las camas de matrimonio. Nos hemos criado con libros en que los hombres eran todo voluntad e inteligencia, y las mujeres princesas a las que rescatar. Ya sabemos de qué va el rollo, que uno escribe, pinta o rueda lo que quiere y a veces lo que le dejan. Explicad eso, que la ficción es esclava de su autor y de su tiempo.

Y, por cierto, los consumidores también lo son, esclavos de su tiempo, así como los etiquetadores, admonitores y demás fauna justiciera; mañana vendrá alguien que os hará buenos. O malos.

Envía tu noticia a: participa@andaluciainformacion.es

TE RECOMENDAMOS

ÚNETE A NUESTRO BOLETÍN