Sindéresis

Nadie es nadie

Con una regulación madura previa no habríamos llegado a esto, pero en esto estamos.

Publicado: 06/04/2020 ·
17:22
· Actualizado: 06/04/2020 · 17:27
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Autor

Juan González Mesa

Juan González Mesa se define como escritor profesional, columnista aficionado, guionista mercenario

Sindéresis

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Si levantamos un escudo social frente al coronavirus para no dejarnos a nadie atrás, nadie es nadie, incluso, y quizá sobre todo, colectivos con menos voz y peor prensa que otros, colectivos que se mueven en un limbo legal y que necesitan de este limbo legal para sobrellevar esto, al menos de momento, mientras superamos la crisis y nos recuperamos de ella, y nos damos cuenta como sociedad de que no podemos permitirnos desatender a gente que viva en las sombras.

Las medidas económicas son suficientes cuando el problema es económico y la atención especializada sanitaria a la población de riesgo es suficiente cuando esa atención sanitaria es legal, pero en España hay una gran, enorme cantidad de personas que encuentra alivio real a los síntomas de sus dolencias a través de los productos derivados del cannabis, y para ello se han inscrito en asociaciones y clubes cannábicos regentados por personas solidarias, responsables y que cumplen una función social demasiado arriesgada un día normal; durante una cuarentena, no pueden cumplir su pacto, no pueden abastecer a sus socios del producto que les hace más llevadero el día a día, por ser el único que mitiga efectivamente las nauseas propias de la quimioterapia, las convulsiones propias de problemas neuronales, el dolor crónico propio de enfermedades tan estigmatizadas como la fibromialgia.

Creo que nadie quiere a estas personas, algunas de ellas población de riesgo, haciendo cola en Urgencias para que les pinchen todos los días o les receten algo que de todas maneras no les alivia, ya que si les aliviase, posiblemente nunca hubiesen acudido al cannabis. Creo que tampoco los queremos haciendo furtivas escapadas para abastecerse en el mercado negro. Por último, estoy convencido de que no los queremos retorciéndose en casa de dolor, convulsionando, vomitando lo poco que les haya admitido el cuerpo o presa de la más severa ansiedad.

Esto es una realidad y la clase política tiene la obligación de atender la realidad y, si tiene mala prensa, venderla como lo que es. Hay decenas de miles de personas que necesitan una ventana horaria en su dispensario habitual de cannabis para coger la bolsa que van a necesitar durante un par de semanas, volver a casa y seguir colaborando en la solución de esta crisis como mejor puede la mayoría de la población de este país, de cualquier país: quedándose quieta, tranquila, con la cabeza fría, la moral alta y un más alto sentido de cohesión social.

Y para eso hace falta que no sientan que las dejamos atrás, porque cuando decimos que no vamos a dejar a nadie atrás, nadie es nadie. En estos momentos necesitamos ser abiertos de mente y de corazón, olvidar el viejo juego del ratón y el gato entre los usuarios y dispensadores de cannabis, que no hacen daño a nadie, y las fuerzas del orden, que saben que los primeros no hacen daño a nadie. No hablamos de dejar pasar lanchas de hachís que entren de manera ilegal por las puertas del Mediterráneo, sino de crear un paréntesis de persecución en la cadena a través de la que pequeños cultivadores de marihuana pueden suministrar a pequeños consumidores de cannabis el alivio natural para sus dolencias diarias. Con una regulación madura previa no habríamos llegado a esto, pero en esto estamos. Un apaño legal provisional se redacta en una hora y se pone en marcha al día siguiente. Tenéis que abrir los ojos.

Y si no lo veis, a muchos los veréis en Urgencias, expuestos a contraer la enfermedad al acudir al hospital día sí y día no para que les inyecten diazepam, metamizol o domperidona. Os pido un poco más de valor añadido al que ya estáis teniendo; todo es difícil, algunas cosas son imposibles, pero esta es posible y es fácil. Gracias.

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