A ver, chavales, ¿estamos descubriendo ahora la ludopatía? A mí me da la impresión, por los libros que llevo a cuestas y mis modestos conocimientos de historia, que, junto al alcoholismo, es la adicción más antigua reconocida como tal, en tanto en cuanto en cualquier época se constataba que provocaba un comportamiento destructivo e irracional. Que nadie le iba a dar un carácter espiritual o divino al abuso del juego, aunque sí se hiciera con otras sustancias.
Se hizo un tímido intento de atenuar los cantos de sirena de las tragaperras en los salones de juego declarados para esa actividad, para que ni se vieran ni se oyeran desde el exterior, que viene a ser lo mismo que quitar un póster de una botella de ron en una licorería; seguro que hemos despistado a todos los adictos; cómo no se nos ocurrió antes. Pero en los bares de todos y cada uno de los pueblos de nuestro país, amos y amas de casa arruinaban sus hogares en un ambiente socialmente aceptado, y los dueños les proporcionaban el cambio que necesitasen, aunque se hubiesen dejado esa mañana lo que algunos trabajadores tardan una semana en ganar.
¿No pasaba nada? Parece que no pasaba nada hasta que los salones han aumentado en número, y comienzo a sospechar que es por el signo político de quienes conceden las licencias, pero qué sabré yo de estas cosas y, desde luego, no voy a ser quien defienda a los mencionados facilitadores de permisos para arruinar vidas. ¿No pasaba nada tampoco cuando famosos carismáticos anunciaban casinos online, casas de apuestas online, ruletas online, que ya ni te hace falta bajar al bar a que vean cómo quemas el pago de la factura de la luz, el gas y a veces la comida? ¿Y nos sentíamos ufanos por haber prohibido la publicidad de tabaco y ciertos grados de alcohol? ¿Alguien sabe cuánto tienes que fumarte de tabaco en un día, cada día, para arruinar a tu familia? ¿Esto lo lleva Consumo, Sanidad, Interior? ¿Esto quién lo lleva?¿Son drogas, pero dependiendo de para qué? ¿Había alguien al volante?
¿Podemos unificar criterios y perseguir, de una maldita vez, a los traficantes de drogas que sí matan, arruinan y envilecen a los enfermos, y no solo eso, sino que crean monopolios legales e ilegales de las mismas? ¿Podemos dejar en paz a la gente que se cultiva sus cuatro, ocho o dieciséis plantas de marihuana en casa para consumo propio, elaborar un aceite para los dolores articulares, o cocinar las galletas más divertidas del mundo? Que no mata, a ver si nos enteramos. Que el cannabis no mata. Y, si matase o si fuese un problema de salud pública, regulen, equilibren, moderen y vigilen, no lo dejen en manos de las mafias ilegales, que a esas no hay manera de fiscalizarlas como a los pagadores de Carlos Sobera, Ronaldo, Jorge Javier Vázquez o al dueño del bareto de abajo de tu casa.
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