Sindéresis

Venganza

Me parecen ustedes legisladores de salón. Me parece que lloran poco. Me parece que tienen miedo a cosas muy absurdas.

Publicado: 30/04/2018 ·
02:59
· Actualizado: 30/04/2018 · 03:49
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Autor

Juan González Mesa

Juan González Mesa se define como escritor profesional, columnista aficionado, guionista mercenario

Sindéresis

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Todos queremos venganza; incluso cuando no es así, debemos aparentarlo. Es una medida de solidaridad, es un imperativo social. Y todos los delitos graves arruinan vidas, todos parecen merecer una vida a cambio, su final o su tortura. 

Esos cabrones que entran en una casa, dan una paliza a dos ancianos y les roban lo que encuentran. Ese cabrón que vende pisos de protección oficial a fondos buitre o el que racanea con materiales y provoca una desgracia. El que mete más gente de la cuenta en una discoteca. El cabrón que mata por dinero o el que conduce en dirección contraria en una autopista con los faros apagados. El pederasta, ese cabrón sin duda merece que lo maten de modo doloroso. El violador, más que ninguno. El que incendia Doñana. El que vende un fármaco que produce malformaciones en los fetos. El que quema a un mendigo en un cajero. El que roba los presupuestos para la Sanidad Pública. El que te tiene amenazado. El que mata a un niño.

Seamos honrados; cuando nos toca a nosotros, todo el mundo merece pudrirse en la cárcel o la pena de muerte. Hay gente, de hecho, que mata cuando les son infieles. Hay gente que mata cuando le mentan a la madre. Hay gente que mata antes o después de un partido de fútbol. Hay gente que mata por una deuda de mierda. Se nos da bien sentenciar a muerte. Se nos da bien desear la muerte. Lo que no se nos da tan bien es asumir nuestra responsabilidad social para intentar que eso no suceda. Imaginad que solo la mitad de las veces que habéis declarado una sentencia de muerte charlando con los amigos le hubieseis cortado el rollo a uno de los vuestros, a uno que dice que todas las mujeres son una zorras, a uno que dice moro de mierda, a uno que dice… Imaginad que todas las veces que os quedasteis hasta las siete de la mañana en el último bareto de mierda intentando ligar hubieseis aplicado vuestro tiempo y vuestras miradas, vuestra salud y vuestra voluntad en que nadie volviese sola a casa. Imaginad todo lo que aprenden vuestros hijos cuando os escuchan; pensad en cómo os imitan; pensad en lo cabrones que sois cuando habláis de otros, en vuestra falta de piedad, en vuestra violencia. La sociedad es una cosa que se construye entre todos.

Seamos honrados; los cabrones antes mencionados somos nosotros, nuestra especie, nuestros compañeros de trabajo y amigos. Seamos serios; jamás habrá un código penal a la altura de nuestro dolor. El código penal no ha evitado nunca el delito. El código penal no hace magia, se tardan años en comprenderlo y se han tardado siglos en perfeccionarlo. El código penal es una cosa muy fría y muy romana, muy pragmática. Tiene la misión de cuantificar el daño causado; se mide en años de condena y en dinero. El problema que tenemos es que este código penal no solo es frío y pragmático, sino que también es machista en el sentido de que ha sido confeccionado y defendido por hombres que no sienten miedo a ser violados y que no parecen comprender que cuando una mujer o un niño son violados, el bien jurídico a proteger se ha perdido, se fue, no hay vuelta atrás. Es una pequeña muerte. Este código penal ha sido confeccionado y defendido por hombres a los que parece peor que alguien ofenda a la Corona. 

Si cruzas las penas establecidas en el código penal, si las comparas, podría darte la impresión de que el código penal ha sido confeccionado y defendido por hombres a los que preocupa más una idea que una vida, a los que es más fácil ver violencia en una manifestación que en una violación múltiple, que sienten la necesidad de proteger más severamente la dignidad de un agente de la autoridad que la de un niño, cuando está en su naturaleza, promesa y oficio arriesgar la vida por cualquiera. Me parecen ustedes legisladores de salón. Me parece que lloran poco. Me parece que tienen miedo a cosas muy absurdas. Me parecen ustedes malos padres, maridos y hermanos. Me parece que la mitad no pasaría un psicotécnico para tener un perro de raza peligrosa. Me parece que hay que cambiarlos urgentemente. 

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