Sindéresis

Nunca fue un derecho

La libertad de expresión nunca fue un derecho porque nunca tuvimos el valor de entrar en la cueva y cortarle la cabeza al fascismo para siempre.

Publicado: 26/02/2018 ·
21:04
· Actualizado: 26/02/2018 · 21:45
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Autor

Juan González Mesa

Juan González Mesa se define como escritor profesional, columnista aficionado, guionista mercenario

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La libertad de expresión nunca fue un derecho, no nos hagamos ideas atropelladas. Durante siglos era sospechoso cualquier arte que no se consagrase a Dios. Durante décadas fue sospechoso todo arte en que quedase retratado un modelo social distinto al que el poder dictaba. Serás retratado por lo que digas, lo cual es lógico, pero también serás retratado por lo que dibujes, escribas o interpretes.

                Las relaciones de ideas a este respecto son, en sí, verdaderas obras de arte que podríamos incluir en cualquier ficción distópica, pero serían redundantes con respecto a las ya escritas. ¿Por qué has escrito un libro donde gana el malo? ¿Por qué has escrito un libro en que el protagonista se siente atraído por una niña? ¿Por qué has escrito un libro donde el machista no recibe su merecido? ¿Por qué has escrito una letra donde se anima a matar?

                STOP.

                ¿Dices que no se puede demostrar que tu intención sea que la gente mate tal como se relata en la letra de tu canción, que no es una amenaza fiel y verdadera contra la vida de alguien? ¿Por qué la has escrito entonces? ¿Porque te dio la gana, porque lo sentiste así, porque eres gilipollas, porque no mides las consecuencias de tus actos, porque eres un tipo lleno de rabia y mala hostia, porque estabas buscando un nicho de mercado para gente llena de rabia y mala hostia, porque eres un gusano? Esa respuesta no ha valido nunca; no nos hagamos ideas atropelladas. Siempre será el poder quien decida el delito que hay en tus palabras, siempre lo ha sido y siempre lo será. Podríamos dejar a ese poder famélico a base de no darle nunca potestad de interpretación sobre la obra de nadie, pero no somos así. Siempre alimentamos al monstruo. En algunas épocas de idealismo y cambio lo dejamos famélico durante algunos años, rechazamos cualquier tipo de censura y asumimos que hay un arte para adultos y otro para niños, y que allá cada cual, y que una canción nunca mató a nadie.

                Pero luego nos ofenden a nosotros y clamamos porque se prohíba la ofensa. Entonces el monstruo abre los ojos legañosos y atisba el pequeño trozo de carne que hemos puesto a la entrada de la cueva en la que hibernaba. Entonces los de enfrente se ofenden por lo que pensamos de sus ofensas y se arriman al poder y le dan de comer directamente de la mano. Y les gritamos y exigimos que se callen y seguimos tirando carne.

                Y ya no nos vale que los delitos localizados en expresiones artísticas sean escandalosos y provoquen lágrimas y daño real, que la ofensa señale personas concretas y hechos concretos. Exigimos que no nos ofenda nada ni nadie, ni de roce. Exigimos no tener que tropezarnos con aquello que no nos gusta y, ¿qué coño son todas esas canciones y libros que no nos gustan? Y ellos dicen, ¡ey, aquí hay un montón de mierda que tampoco me gusta! Y la bestia se levanta y espabila, come todo ese holocausto y se hace fuerte y campa por sus respetos entre nuestras casas y nuestras cosas leídas o cantadas o solo insinuadas. Y ellos siempre ganan, porque esta es una bestia que sirve principalmente para que no se hable de ella, para que no se atente contra su existencia. Es una bestia que primero come impertinencias y ofensas, y luego se alimenta de nuestros sueños y nuestras vidas.

                Y la bestia se llama fascismo y nunca quiso que estuvieses cómodo con tu vida y a salvo de ofensas; solo buscaba comida y rezos hasta que ya fuera demasiado tarde para que te dieras cuenta, otra vez, que es más fácil subirse a una bestia que bajarse de ella.

                La libertad de expresión nunca fue un derecho porque nunca tuvimos el valor de entrar en la cueva y cortarle la cabeza al fascismo para siempre.

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