Sindéresis

Fenómeno a la carta

Fijémonos en países tan influenciados por la lucha hegemónica de las ideas como USA y la URSS durante la guerra fría.

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No os metáis a estudiar criminología, ¿para qué? Se trata de una ciencia opinable y cuyos resultados serán aceptados en función de la aceptación social. Si queréis tener alguna influencia sobre el conocimiento la lucha contra el fenómeno criminal, lo que debéis hacer es meteros al activismo o a la política.

Debéis tener en cuenta que las ciencias solo son creíbles en cuanto apoyan o no las tesis de unos o de otros.

Imagina, por ejemplo, que la Iglesia se pone muy cabezona con lo de «honrarás a tu padre y a tu madre». Imaginad que ese encabezonamiento se transforma en activismo, o en querellas, que acaban teniendo influencia sobre sentencias judiciales o sobre el mismo código penal. ¿Consecuencia? Insinuar tan solo que un padre pueda haber abusado de alguno de sus hijos sería una ofensa contra los sentimientos religiosos.

La ciencia no es democrática, ni debe serlo. Bajo la sombra de lo que es útil a la sociedad se han desarrollado todo tipo de teorías darwinistas no hace mucho tiempo, que si los negros esto, que si los judíos lo otro, que si los arios lo de más allá. Podríamos pensar que influir sobre la ciencia cuando somos los buenos, para obtener resultados beneficiosos, es correcto; lástima que todos los supremacistas piensen de sí mismo que son los buenos. Y una vez que te acostumbras a torcer la ciencia con motivos sociales, su propia esencia queda vendida al mejor postor. Yo creo que deberíamos defender la integridad de los resultados científicos aunque el cielo se caiga sobre nuestras cabezas, aunque dichos resultados no nos gusten, porque no hay otra manera de actuar verazmente sobre la realidad que conocerla.

 Una cosa es conocer el mundo y otra es quedarse cruzado de brazos. Averiguar si hay diferencias biológicas que influyan en el comportamiento entre hombres y mujeres, o averiguar que no las hay, no tiene que ver con dirigirnos a una sociedad más justa y moderna. Muy al contrario, puede ayudar a cerrar heridas. Averiguar si un violador en serie es reinsertable en la sociedad no es algo que se pueda hacer desde la indignación ni desde la piedad, sino desde la ciencia. La Declaración Universal de los Derechos Humanos es lo que nos gustaría; la ciencia es lo que es, y la criminología es una ciencia, no pocas veces usada o castrada por fines políticos.

Fijémonos en países tan influenciados por la lucha hegemónica de las ideas como USA y la URSS durante la guerra fría. Pensemos en las de veces que habrá sido paralizada o desvirtuada una investigación por meros motivos políticos, cuando se quería demonizar el capitalismo, el comunismo, la homosexualidad, el ateísmo o la fe. Pensemos la Rumanía de Ceaucescu escondiendo a sus enfermos de SIDA. Pensemos en lo que está pasando hoy día en Filipinas y las escuadras de la muerte que arrasan con las personas drogodependientes. Pensemos en España, joder. Y no hablo de Franco. Hablo de ahora.

Protejamos la ciencia y protejamos la libertad de expresión ciegamente, por favor. Protejamos la verdad y el derecho natural aunque nos duela; precisamente cuando nos duele. No son cosas que nos interese relativizar.

Una vez que la verdad y la libertad se venden, ya no es posible volver a liberarlas. Lo único que puedes hacer es comprarlas de nuevo y eso es algo que solo se puede permitir el poder. Torced el gesto cada vez que os pidan que no opinéis, en el nombre del bien común, pero, sobre todo, escuchad a las personas que ejercen la ciencia o nos veremos en un mundo de cárceles eternas, plagas invencibles, en un mundo cuyo mar se cae por los bordes.

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