Sindéresis

El caballito de madera

Parecería que estamos diagnosticando enfermedades, en lugar de intentar comprender a las personas.

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Supongo que a estas alturas de la película ya sabéis que no me gusta mucho la dicotomía izquierda/derecha, ni que la ausencia de una ideología definida redunde en populismo o fascismo. Parecería que estamos diagnosticando enfermedades, en lugar de intentar comprender a las personas. Y, bueno, veréis, yo creo que a las personas no se las comprende por lo que digan que son, lo que crean que son, lo que les convenga pensar que son a grandes rasgos, dentro de grandes clasificaciones. El mundo es un hervidero de problemas para solucionar y la ética de cada uno dicta qué está dispuesto a dejarse por el camino para hacerlo. La cultura de cada sociedad te trae algunas de esas premisas ya marcadas. Quien se sale de ellas, es asocial, con frecuencia un delincuente. Todo lo demás es juego político.

Pero me resulta gracioso cómo las personas empeñadas en clasificar a los demás como si fueran enfermedades son tan malos diagnosticadores de sí mismos. Mi ética, por ejemplo, me lleva a la igualdad de oportunidades para todos los niños, ya sea en salud, cultura o esparcimiento. Dicen que eso es ser de izquierdas. La mayoría de las personas con las que me codeo dicen de sí mismos que son de izquierdas. Sin embargo, no les tiembla mucho el pulso cuando hablamos, por ejemplo, del acceso a la literatura. Quien no tenga dinero para pagarse una novedad, que se lea un clásico, que las bibliotecas están llenas. Si tienes dinero para una conexión a internet, bien te podrías gastar ese dinero en comprar los libros que quieres leer.

Esto me recuerda una base sólida, autoconservadora y facilona que tienen las personas de las que podríamos decir que son de derechas. Los ricos tienen lo que se merecen y los pobres también. La cultura del esfuerzo, ay, el esfuerzo. Hay gente que se queja desde su cuenta de Twitter de lo mal que va el país; pues tienes dinero para conectarte a internet; no te irá tan mal. Internet es un lujo, leer lo mismo que aquellos más favorecidos por la vida, es un lujo. Tu formación cultural y artística, amigo, es un lujo. Ahí está El cantar de mío Cid, para que te formes. A los community manager expertos en obras libres de derechos de autor están que se los rifan. Es un lujo vivir en el mundo del ahora.

Me gustaría pasaros una reflexión. En la época de mis padres, no había casi de nada. Si tenías suerte de recibir un regalo de Reyes, este podía ser un caballo de madera, quizás hecho por tus padres, quizás había pertenecido a tus padres. No te sentías desgraciado por no poseer algo que no existía o que no estaba al alcance de casi nadie, pero, entiendo, ver a los otros niños jugar con sus caballitos de madera y que tu hijo no tuviera ninguno, debía romper el corazón del más fuerte. Igual que si en la casa de tus amigos había luz eléctrica y agua corriente, y en la tuya no. O, ¿cómo debía ser el predicado de los pudientes de la época? No te quejes por no tener una bicicleta como yo; tienes tu caballito de madera. No te quejes por no tener luz eléctrica; tienes tus velas. Si hace frío, te echas otra manta encima. Si no tienes para un empaste, que te saquen la muela. Qué es eso de salud dental gratuita para los niños. Con un par de muelas menos se vive bien. Pero eso solo lo dice, curiosamente, el que tiene la bici, el que tiene sus empastes, el que tiene luz en su casa, el que se puede comprar los libros que le gustan o, más concretamente, el que escribe esos libros y quiere que todo el mundo tenga que pasar por caja para leerlos. Y entiendo la frustración por el pirateo, pero cuidado con los razonamientos, no vaya a ser que te encuentres con que eres más de derechas que la Thatcher. No vaya a ser que la diferencia entre un neoliberal y tú, sea que el neoliberal tiene más cosas que perder.

Esto es una cuestión de empatía, de ética. Esto es una cuestión de buscar soluciones, midiendo lo que estamos dispuestos a dejarnos por el camino. Yo no estoy dispuesto a que nadie se quede sin leer un libro mío por no tener dinero, ¿y tú? Esa es mi línea roja. Ahora, busquemos soluciones.

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