Sindéresis

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Yo no tengo la culpa de ser hombre, ni blanco, ni hetero, ni de haber nacido en el primer mundo.

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El hombre blanco hetero del primer mundo está en la cúspide de la Creación y, por tanto, no tiene problemas. O, si los tiene, mejor que se los guarde, porque no son nada comparado con los problemas de una mujer, de un inmigrante subsahariano, de… bueno, de todo lo que no sea un hombre blanco hetero del primer mundo. De hecho, y no estoy siendo excesivamente sarcástico, el hombre blanco hetero (capitalista) del primer mundo, tiene la culpa de la mayoría de los males. Copa las cúpulas de poder de los países más contaminantes, imperialistas y confabuladores. Domina, de hecho, el mundo, y si el mundo va tan mal, no se pueden buscar muchos más responsables.

                  Los persas y posteriormente los turcos han intentado invadir occidente durante miles de años, los cartagineses intentaron también expandirse por Europa hasta pisar Roma, los hunos llegaron hasta donde se podía llegar montados a caballo, pero todos ellos perdieron su opción de acabar siendo la encarnación del mal. Por esas cruentas guerras perdidas, o ganadas, ahora estamos en disposición de decir que el hombre blanco (hetero, del primer mundo), está en la Cúspide de la creación y es origen y fin de este pifostio.

                  Oprimen (oprimo) a la mujer. Oprimen (oprimo) a los gitanos, a los inmigrantes sudamericanos, africanos, del este, de donde sea. Oprimen (oprimo) a homosexuales, transexuales, bisexuales, etcétera. No busques caras. Es el hombre blanco hetero del primer mundo que haría bien apeándose de las cumbres sobre el cambio climático, de las reuniones de Naciones Unidas, de cualquier simposio que trate de arreglar lo que por otra parte estropea. Origen del colonialismo más bestial y despiadado que ha conocido la historia, protagonista de las dos Guerras Mundiales del siglo XX, asesino de especies allá donde pisa.

                  Alto, bajo, gordo, flaco, pelirrojo, rubio, moreno, simpático, depresivo, leído, inculto, poderoso, pobre, militar, panadero, liberal, anarquista, pacifista, combativo, paciente, impaciente, enfermo, equilibrado, generoso o mezquino, tanto da que da lo mismo. Está (estoy) por encima de todos. Es (soy) un privilegiado, siempre. No puede (no puedo) hablar de los problemas de otros. Lleva (llevo) mucho tiempo mandando, disfrutando de sus (mis) privilegios; si es rico, de sus privilegios sobre los pobres; si es pobre, de sus privilegios sobre la mujer; si es soltero, de sus privilegios sobre los inmigrantes; si está encerrado en un ala psiquiátrica, de sus privilegios sobre los que no tiene acceso a la Sanidad.

                  Y todo esto es cierto, y lo digo sin (mucho) sarcasmo. Pero tan cierto es, que de aquí se derivan algunas cuestiones lógicas. Más allá de que te va tocando quemar tus camisetas del Ché (hombre blanco hetero del primer mundo, que eso hemos establecido que sirve como tapabocas). Más allá de que suponga una generalización, un prejuicio, un acomodo que no entiende de circunstancias ni de historia, un engaño, un «todos somos buenos porque hay un malo muy malo en el patio», se derivan estas cuestiones:

                  Yo no tengo la culpa de ser hombre, ni blanco, ni hetero, ni de haber nacido en el primer mundo. Hago lo que puedo con lo que tengo a mano, que es exactamente lo mismo que hacemos todos. Yo sí que no juzgo a nadie por no ser hombre, ni blanco, ni hetero ni por haber nacido en un país pobre. Desde que tengo uso de razón hago el sano ejercicio de pensar, y hacer pensar a mi entorno: «tú podrías haber nacido en Senegal. Tú podrías nacido con otra orientación sexual. Tú podrías haber nacido mujer. Entonces ¿qué pensarías?Û˜». Pues eso, querida amiga, querido amigo de otro color, otro sexo, otro país, otra orientación sexual: tú podrías haber nacido hombre blanco hetero del primer mundo, lo cual te convertiría en un cabrón tan grande como yo sin haber hecho gran cosa para merecerlo (o sí). Así que nada, aquí estoy, intentando representarme nada más que a mí mismo; si me dejan.    

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