Sindéresis

No son tuyos

Superpoblación de gatos. Hay que parar la superpoblación de gatos porque los queremos mucho, ¿verdad?

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Todos los animales mueren. Un caballo salvaje se rompe la pata en un corrimiento de tierra, agoniza de sed a la sombra de una quebrada durante días y acaba siendo comida de los buitres. Una araña se come a otra araña más pequeña. Una elefanta de la India no sobrevive al parto de su cría; y su cría tampoco. Un tendero de Brooklyn mata a su mujer con un palo de golf y, a pocas calles, un actor de veinte años recibe los peores resultados posibles acerca de aquellos dolores de cabeza. Un gato es atropellado por un coche que salía del aparcamiento, ahí, al lado de tu casa.

Y no te gusta eso. Te embarga la pena. Piensas en todos esos gatos que se mojan cuando llueven y sufren cuando no llueve (como las palomas, las ratas, los erizos, los murciélagos y hasta las ratas). Piensas en esos niños crueles que apedrean gatos y en los pobres gatitos que han perdido a su mamá y morirán de hambre en alguna esquina de tu ciudad. Y quizá veas el cuerpo. No te gusta. Eso no puede ser.

Al fin y al cabo, tú no quieres que los animales mueran. Tú, de hecho, no comes carne, ni ningún producto derivado de la explotación animal, y usas un lenguaje respetuoso con los animales. Rectificas a las personas que usan expresiones crueles y que incluso opinan que la vida de un niño vale más que la de un gato. Toda vida es respetable.

Y el mundo es cruel, tan cruel, que a veces te gustaría que ningún animal sufriera. Porque están esas odiosas factorías de carne donde los animales son esclavizados y torturados, sí, y esos ponederos minúsculos, y está toda esa gente comiendo carne, pero también están esas horribles corridas de toros. Y, además, están los gatos, los pobres, que sobreviven como pueden en la ciudad que, aunque no deja de ser su hábitat actual, es cruel y terrible. Tú lo sabes bien, porque eres un animal de ciudad. La ciudad es horrible; los animales son perseguidos por niños crueles y pueden ser atropellados.

Por eso pensaste que, antes que sufran, es mejor que no nazcan, ¿verdad? Lo suyo, la verdaderamente caritativo, es sacarte un carné para poder vacunar y alimentar con pienso seco a los gatos de tu ciudad (a los gatos, no a las palomas, ni a los murciélagos, ni a los erizos ni, muchísimo menos, a las ratas) y caritativamente castrarlos para que no tengan crías destinadas a sufrir un atropello aquí, una persecución allá, cosas horribles de la ciudad.

No como en la selva, donde el león se sienta junto a la gacela y cantan canciones de hoguera, ¿verdad? No, amigo, tú dices que amas a los animales, pero no los respetas. Tú te crees que son tus mascotas, pero los gatos no son tuyos, ni de nadie. Cazan, follan y mueren. Tú te crees que los gatos están ahí para que tú los rescates, porque ni tú ni ellos formáis parte del ciclo natural, sino que poseéis una especie de relación espiritual trascendente padre hijo, madre hija.

Superpoblación de gatos. Hay que parar la superpoblación de gatos porque los queremos mucho, ¿verdad? Por eso con la misma mano con que los castro les doy de comer y los vacuno para que no se mueran. Pero a los gatos, no a las ratas. Pues cuando no haya gatos, serán tu próxima mascota. Pero no era algo tan obvio lo que quería decirte.

Lo que quería decirte es que puede que ames a los animales, a algunos animales, pero es seguro que no los respetas. No son tuyos para castrarlos. Y definitivamente no respetas a la propia naturaleza y su lección más importante, la que deberíamos portar desde la cuna a las estrellas: todos los animales mueren.

                   

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