Sindéresis

Lo que a veces te hace raro

Soy raro y lo que a veces te hace raro, en el futuro puede ser tu fuerza, motivo de orgullo.

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No siento nada cuando la gente canta himnos o vitorea algo. No extraigo mi fuerza de ellos ni consiguen convencerme ni me arrastran. No siento nada cuando escribo en un formulario que soy español o que soy de Cádiz; eso es suerte o mala suerte. No tiene mérito, como tampoco lo tienen la belleza o la inteligencia. Te tocan. No tengo favoritos cuando estudio Historia.

Soy raro y lo que a veces te hace raro, en el futuro puede ser tu fuerza, motivo de orgullo. No tengo raíces fuertes en este mundo. Ahora me enorgullezco de ello. No sería capaz de asegurar que nada que yo elija es mejor porque yo lo elija, como un equipo de fútbol, ni porque esa cosa me elija a mí a través del destino, como mi país.

No me vais a manipular por ahí. No me vais a llamar a filas. No os comprendo ni lo necesito. Sé que me convertiría en un diablo si me sintiese invadido y los míos en peligro, pero no porque sea mi patria, sino porque es mi entorno. No siento gran cosa cuando arde una bandera, pero se me saltan las lágrimas cuando veo arder el bosque. Doñana es algo que puedo sentir, así como las ruinas de Petra. No, lo siento, no sentiría Cataluña ni España como tú dices que la sientes si estuviera en tu pellejo; esto no es cuestión de pellejos sino de mentes.

Yo soy raro y tú no; me lo he ganado a pulso. Me enorgullezco de ser capaz de negar la mayor y de que ningún impulso nacionalista o chovinista me haga perder la cabeza. Lo que es justo, lo es aquí y en Patricio. Lo que es injusto, lo es ya lo diga Agamenón o su porquero. No te voy a dar la razón porque tú sientas una ofensa donde no la veo, porque lo que sí veo es la jugada.

Y la jugada es que todos esos conceptos sirven para puentear la pirámide de Maslow, para que importe más tu bandera que tu vergüenza, para que te importe más la linde que el cultivo.
Quiero gente rara dirigiendo el cotarro. Quiero gente a la que no le levantes el vello con cualquier cosa, que no le tapes el bosque con un árbol. Que fuese capaz de dirigir otro país. Que no sienta el país, sino el entorno. Y que no me tome por tonto.

Quiero a mi lado a gente que se preocupe por la gente venga de donde venga, que cuando se defina, no me diga de dónde viene. Quiero a gente rara a mi lado, gente que le dé poco valor a lo que nos han dicho que debe llamarnos al combate. Quiero gente para la que la carga de los rohirrim valga tanto como la defensa de Numancia. Un hecho remarcable, literatura de otro.

Menos lobos, que allí no estuvimos ninguno.

Lo que a veces te hace raro, es algo que te ofrece la oportunidad de pararte a pensar y ver el momento en que quitaron la bolita de debajo del vaso. Negar la mayor, como dije antes. Quiero gente a mi lado que no invoque el nombre de cosas que no se pueden comer, acariciar, enterrar o parir, disfrutar o echar de menos.

A mí háblame de protección a la infancia, de soberanía energética y alimentaria, de convenios laborales justos, de vivienda, de feminismo y de investigación científica, de separar la banca de préstamo y la especulativa, de separación de poderes, de justicia.

Y déjate de rollos.

Seré raro, amigo, a mucha honra, pero todavía no me he encontrado una bandera o frontera que hayan hecho nada bueno por nadie que no fabrique cajas de pino.

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