Una mirada de soslayo al plateado halo de luz que rodea, cual anillo, la luna llena. El titánico esfuerzo para levantar el vuelo de una mariposa atrapada bajo la tormenta. Mi reflejo tiembla sobre las grises aguas que forman un charco en la acera. Un grito que se ahoga tras una ventana de par en par abierta. Un hombre cuenta y recuenta las cinco monedas que en la palma de su mano tintinean. Llora por puro vacío el interior de una nevera. Sangre sin venas en playas sin arena. La adjudicación del alma se quedó desierta en el país de la tierra yerma. Y piso el charco, y salpico a mi sombra y camino sobre espejos sin forma y pienso en la carta a mis Queridos Reyes Magos...
Una escuela. Y un hospital. Y un parque infantil. Una vejez con su dignidad. Una universidad con su gratuidad. Y un armario de ropa seca. Una autopista para cada horizonte. Un Ministerio de la Ilusión. Un Ministerio para los que se esconden, para los que huyen, para los que les va la vida en elloQue alce el vuelo la mariposa, que no tiemble de miedo mi propio reflejo, que el grito no sea llanto, que cierre la mano ese pobre hombre. Que se llenen las neveras, que la sangre recorra las venas y las playas su arena. Que el alma no quiebre y que la tierra sea para siembra. Y piso el charco, y salpico a mi sombra y camino sobre espejos sin forma y pienso en la carta a mis Queridos Reyes Magos...
Un puente. Os pido un puente. Un túnel. Os pido un túnel. O una cuerda. O cualquier objeto que destruya las fronteras. Un color, frío o cálido. Un color primario, o secundario o terciario. Un solo color para unificar todas las banderas. Y si faltan mantas, usemos esas telas que siempre sobran. Un ejército de nimboestratos. Un fuelle enorme. O un descomunal ventilador. O un soplo de viento, o un incombustible pulmón… y soplar y soplar ese ejército de nubes para que descarguen su lluvia en los desiertos y las bocas de labios quebrados de los sedientos. Y una olla sin fondo para el hambriento. O quizás una goma que borre la avaricia. Incluso un compás que rodee la codicia bajo un círculo de fuego. Y piso el charco, y salpico a mi sombra y camino sobre espejos sin forma y pienso en la carta a mis Queridos Reyes Magos…
Alquimia. O una fórmula matemática bañada en pura metafísica. No quiero oro. No quiero plata. Solo pido transformar en poemas cada bala. En verso cada espada. Una rima por cada kilo de dinamita. Que las manos detengan los disparos. Que las madres ahuyenten a las bombas con solo tararear una nana. Que el petróleo no valga una vida, ni media. Que nadie anteponga diamantes a una lágrima. Que solo lloren los malos. Que solo lloren escarcha y rocío los campos y los bosques. Y piso el charco, y salpico a mi sombra y camino sobre espejos sin forma y pienso en la carta a mis Queridos Reyes Magos…
Una escuela. Y un hospital. Y un parque infantil. Una vejez con su dignidad. Una universidad con su gratuidad. Y un armario de ropa seca. Una autopista para cada horizonte. Un Ministerio de la Ilusión. Un Ministerio para los que se esconden, para los que huyen, para los que les va la vida en ello. Y un cielo abierto con su océano de bondades. Y un infierno al que solo tengan acceso los que aman el dinero y las guerras… y los que tengan sus gargantas y esófagos repletos de mierda entre seca y revuelta… Un infierno para aquellos que entierran la empatía y juzgan sin saber un puto carajo de las circunstancias del juzgado, para aquellos que se olvidan que los muros que levantan serán sus lápidas mañana. Y piso el charco, y salpico a mi sombra y camino sobre espejos sin forma y pienso en la carta a mis Queridos Reyes Magos...
Poder, quiero poder alargar las noches en los tiempos de amantes. Poder, quiero poder en cada risa. Poder, quiero poder cambiar el miedo y el odio y fanatismo. Poder en cada letra. Poder ante el que se rinda la pobreza. Poder rasgar las entrañas del poder. Poder realizar los deseos y los sueños y los proyectos, los míos y los vuestros. Poder doblegar la ira de quienes maltratan. Poder para encarcelar los actos de los asesinos. Poder para vivir sin celdas, ni prisiones, sin cárceles en la propia casa. Poder para que abran la mente quienes aún siguen sin enterarse. Poder para desnudar a los dioses y hacerlos visibles a quienes lo usan en sus propios beneficios. Poder no dejar de ser siempre un niño y pisar los charcos, salpicar mis sombras y caminar sobre espejos sin formas antes de ponerme a escribir una carta a mis Queridos Reyes Magos.
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