Sevillaland

Medusas

Admiro a todos esos españoles que durante siglos han sido capaces de ir llevando hacia la civilización y la cultura a los compatriotas propensos a la antorcha..

Publicado: 06/10/2019 ·
22:42
· Actualizado: 06/10/2019 · 22:42
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Autor

Jorge Molina

Jorge Molina es periodista, escritor y guionista. Dirige el programa de radio sobre fútbol y cultura Pase de Página

Sevillaland

Una mirada a la fuerza sarcástica sobre lo que cualquier día ofrece Sevilla en las calles, es decir, en su alma

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Admiro a todos esos españoles que durante siglos han sido capaces de ir llevando hacia la civilización y la cultura a los compatriotas propensos a la antorcha o el escupitajo. Hubo un tiempo en que en nuestro país podían quemarte por tu tibieza sobre dios, el rey o a una ideología. Un tiempo larguísimo, siglos. Una glaciación que recién disfrutó de su cambio climático. Yo mismo cantaba el cara al sol en mi cole de pueblo cada mañana. Hoy, el sol es una fuente de energía renovable, como el águila imperial una hermosa rapaz a la que le sobra escudo y bandera.

Esos españoles que reverencio gastaron su piel y su vida en conseguir la habitabilidad de nuestro país. Por eso, cuando tengo visita, antes de que se sumerjan en Sevillaland les enseño Sevilla y su castillo de la Inquisición. Arriba, el jaranero mercado salpicado de fotos a color de Vírgenes y Cristos. Abajo, las mazmorras donde se torturaba a los sospechosos de no ser mucho de Vírgenes y Cristos.

El respeto nos lo exigimos con vehemencia en el siglo XXI. Resulta un logro a la altura de la penicilina que todos, todos, estemos de acuerdo en la necesidad de respeto. Durante un milenio no ocurrió así. El mismo siglo pasado, por las calles de Sevilla se insultaba a los mariquitas, a los primeros melenudos, a las mujeres con pantalones (luego con minifalda), a los universitarios levantiscos. En este siglo resucita el desprecio. A los que quieren enterrar a sus abuelos fusilados, a los profesores que explican la transexualidad, a las oenegés que trabajan con imigrantes, a quienes luchan contra los combustibles fósiles o, en fin, a quienes creen que una maxi vagina plástica es un adecuado estandarte para ejemplificar que no tienen el chichi para farolillos, que están hasta el coño, vamos.

Resulta fácil levantar las pasiones, sobre todo antes de las elecciones, cuando se recurre a las entrañas: la religión, el extranjero, la patria. Visto lo visto, creo que no tenemos arreglo, excepto la llamada solución final, porque nuestra joven especie humana camina hacia la auto desaparición a paso firme.

Y, con nosotros, nos llevaremos por delante casi todo. Quedarán en este valle de lágrimas las bacterias y las medusas, según estudios científicos fiables. De una de las dos especies, la más lista, evolucionarán nuevas civilizaciones. Ojalá asexuadas, sin vaginas, coños ni virginidades.

Hasta que a una medusa (es mi apuesta) le sea revelado que hay vida más allá. Entonces, vuelta a empezar. 

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