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Periodismo

En las ruedas de prensa de los años 90 era un clásico que Alfredo Valenzuela intentara organizar un plantón. El motivo siempre provenía del retraso ...

Publicado: 28/04/2019 ·
21:18
· Actualizado: 28/04/2019 · 21:18
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Autor

Jorge Molina

Jorge Molina es periodista, escritor y guionista. Dirige el programa de radio sobre fútbol y cultura Pase de Página

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Una mirada a la fuerza sarcástica sobre lo que cualquier día ofrece Sevilla en las calles, es decir, en su alma

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En las ruedas de prensa de los años 90 era un clásico que Alfredo Valenzuela intentara organizar un plantón. El motivo siempre provenía del retraso del interviniente. El joven gacetillero nos arengaba considerando impresentable tal actitud. Nunca lo logró, pero es cierto que tampoco conserva rencor.

Otros tiempos, como dice el maestro fotógrafo Pablo Juliá. Y tan otros. Hoy día, existen partidos sufragados con el erario público, incluso miembros a la sombra del Gobierno andaluz, que prohíben entrar a los periodistas a sus actos y no pasa nada. Pero nada-nada.

Leo las crónicas del mitin en Sevilla de la “panda de fachas” -como lo describe su candidata- y ninguna refiere el boicot a ciertos medios de comunicación. Es más, algunos de esos textos destilan una fervorina que quiero imaginar deriva de quien ha pasado dos horas entre himnos de la Legión y ondear de banderas propio de ganar otro Mundial, y además a Francia.

Quizás hasta servidor escribiría con el tono admirativo que he leído. Quizás hasta me parecería normal que algunos compañeros fueran ninguneados. Pero, como lo veo desde la frialdad (y ningún redactor jefe me marca el paso), creo que es un gravísimo error ético.

Culebrea en el periodismo actual la creencia de que todo debe contarse, incluso lo falso. Si un portavoz dice que llueve, y el rival que no llueve, algunos optan por sacarlos a ambos en pantalla en igualdad de condiciones. Otros, los menos, se asoman a la ventana, y después señalan a uno de los dos por mentiroso.

El periodismo no es contar lo que pasa. Es contexto. Me duele sobremanera que una oportunidad que goza el periodismo para salir de la inanidad en la que se sumergió, se ahogue ante algo tan clamoroso. Reírle las gracias a las fuerzas que quieren acabar con la pluralidad informativa es de memos. Y contar su mitin como si fuese el de una fuerza democrática resulta una irresponsabilidad propia del tiempo en el que vivimos, donde todo meme tiene cabida.

En el periodismo español no se estilan las dentelladas con criterio y oportunidad que vemos en otros países más avanzados. Hasta Borrell recibió lo suyo en Alemania (y se sintió tan ofendido, cual damisela del XIX, que se fue del plató).

Que una crónica sobre un acto en el que algunos compañeros no pueden acceder en igualdad de condiciones respecto a otros no empiece por ese dato, evidencia que el periodismo político patrio es parte de un magma de decadencia verificado en los debates electorales.

Eso también lo hemos perdido en comparación a la transición.

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