Sevillaland

Fe

Hasta el más cerril de los observadores se rinde ante el espectáculo que se ha desarrollado en este “puente” en Sevillaland. Cientos de miles de ciudadanos...

Publicado: 04/11/2018 ·
23:30
· Actualizado: 04/11/2018 · 23:30
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Autor

Jorge Molina

Jorge Molina es periodista, escritor y guionista. Dirige el programa de radio sobre fútbol y cultura Pase de Página

Sevillaland

Una mirada a la fuerza sarcástica sobre lo que cualquier día ofrece Sevilla en las calles, es decir, en su alma

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Hasta el más cerril de los observadores se rinde ante el espectáculo que se ha desarrollado en este “puente” en Sevillaland. Cientos de miles de ciudadanos, en su libre albedrío, han decidido participar como co protagonistas en el cortejo desmesurado que rodeaba a la Virgen trianera y vegetal. Si la escena se virase a sepia o blanco y negro, hubiera parecido decimonónica, al estilo de las que ilustran esos vendidísimos libros de la Semana Santa de ayer. Pero hay nuevos detalles.

Es paradójico que, mientras se reducen los signos de religiosidad “ortodoxa”, aumenta la fervorina callejera. Nunca la Iglesia ha tocado fondo en tantos aspectos claves para el mantenimiento de su status. Las bodas religiosas siguen disminuyendo, ahora el 27 por ciento, porcentaje inimaginable simplemente en tiempos de nuestros padres. Los bautizos apenas superan el 50 por ciento de los niños nacidos. La asistencia a misa ya saben cuál es, como las vocaciones religiosas. Y, sobre todo, la declaración de la renta: la cruz la marca apenas el 33 por ciento.

Esta incierta deriva de los baluartes de la religiosidad nacional parece, por el contrario, exhibir renovado músculo en las calles de Sevillaland. El transitar del paso en su ida y vuelta este fin de semana ha ido acompañado por decenas de miles de personas de toda condición. Nadie debe engañarse sobre quien permaneció a pie parado durante horas: todos, si por todos entendemos una representación numerosa y plural de la sociedad actual.

La catódica luz de los móviles grababa las escenas callejeras. Vídeos pasajeros, que quedarán mañana en el olvido del archivo del Smartphone una vez compartidos por el autor en sus redes sociales. El público -algunos despistados lo llamarán devotos- devoraba el espectáculo con ojos millenials, a través de la pantalla que registra una porción de la realidad por completo intrascendente, porque enfocaban hacia la talla.

Lo impactante de todo esto no iba subido al paso, sino en la constatación de que la ciudadanía elige sus ritos, sus dioses, sus formas de vida. Habrá quien crea que el viaje de ida y vuelta de la Virgen trianera, con su cohorte adensada y efervescente, responde a lo que puede calificarse como religiosidad popular. Pero en ese caso no eres de aquí. Quizás te haya mandado una TV nacional a hacer un directo, o has venido de Zaragoza a disfrutar el puente.

Lo que en este siglo XXI hace Sevilla, ciudad tan pagana hoy como cualquier otra capital europea, es ajustar la forma de vida a su tendencia natural a lo lúdico. La fe, según Sevilla, es fiesta. Pero no al revés.

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