Nada se crea, todo se transforma. El espíritu del vecino Charco de la Pava se ha corporeizado en Primark. El Primark de la Pava, nombre que regalo a la multinacional para distinguirla de otras tiendas, tiene sin embargo un largo camino para reunir los valores que el piojillo de Sevilla había reunido a lo largo de décadas de depresión post Expo, que animó con su cambalache multicultural y sabatino. Los ingleses sólo llegan en vacas gordas, aunque temo que este factor no habrá sido exprimido por los funcionarios del Ayuntamiento para sacarles dividendos como lo habrían hecho los regateadores del Charco de la Pava, con nivel máster MBA.
Cuando vi estupefacto el vídeo de los cargos regionales del gran almacén palmeando, mientras salivaban, por la visión de los miles de compradores que se apelotonaban en la puerta, me culebreó la conocida sensación personal de raro, de incapacidad absoluta para entender las sanas emociones de mis paisanos. Estoy solo. Hasta los periódicos que embistieron a la Expo 92 como política editorial, aplauden hoy la llegada del Primark al recinto de las 215 hectáreas.
Creo que no debo ponerme snob ante la visión de mis conciudadanos a empujones para comprar ropa de mercadillo en recinto cubierto. En esa cola quizás estuvieran algunos que esperaron horas para ver la exposición de Velázquez.
Fíjense que hasta el propio alcalde palmeaba la musiquilla en el hall. Y él es un hombre parco. Sólo le recuerdo el persignarse ante un paso y, ahora, palmear feliz ante la nueva dotación de la capital andaluza: Primark.
Por todo eso, amigos, amigas, me allano. Aunque toda la maniobra Pelli está resultando algo desconcertante, imagino que Sevillaland se ve fortalecida con esta nueva oferta. Temo que están ocurriendo cambios, sobre todo con la masiva presencia turística, que lamentaremos cuando el ciclo internacional y tal vuelve a darnos la espalda. Pero a ver quién le cuenta esta milonga a los que ganan dinero alquilando la casa del centro para irse a vivir a Sevilla Este, o a los reponedores de la Cartuja.
Debería pasarme por Primark de la Pava. Los eslóganes de sus t-shirts aún no me emocionan -I love Beverly Hills, por ejemplo- pero el espíritu universal de la Expo 92 igual revive en mi corazón una vez que recorra sus anaqueles repletos de brillante bisutería textil.
Al fin y al cabo (el hilo de plata que todo lo une en la mágica Sevilla) cuando nuestros chicos descubridores llegaron a Dominica, llevaban un lote de bisutería.
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