Sevillaland

Playas

Este verano, mientras bebíamos la fresca promesa de felicidad que aporta una cerveza a la sombra del chiringuito...

Publicado: 02/09/2018 ·
23:32
· Actualizado: 02/09/2018 · 23:32
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Autor

Jorge Molina

Jorge Molina es periodista, escritor y guionista. Dirige el programa de radio sobre fútbol y cultura Pase de Página

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Una mirada a la fuerza sarcástica sobre lo que cualquier día ofrece Sevilla en las calles, es decir, en su alma

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Este verano, mientras bebíamos la fresca promesa de felicidad que aporta una cerveza a la sombra del chiringuito, algo turbaba la mirada que todos los años habíamos lanzado indiferente hacia el horizonte del mar. El caso es que estábamos de vacaciones, y de ello existían pruebas contundentes. Música de mierda en el merendero playero o en los altavoces del vecino de toalla, olor a protector de coco, menos memes idiotas en el wasap, la mariconera colgada del hombro. Y, sin embargo, todos oteábamos el salado y azul infinito con aprensión.

Mientras unas sardinas con los ojos blancos por el fuego nos recordaban alguna pesadilla infantil, y desdeñábamos el pan duro que flanqueaba a la media docena de peces a la plancha, muchos pensábamos qué haríamos si ocurriera ¿Y si apareciese en el mar, donde flotadores con forma de cisne y traseros al descubierto daban un aire de película de Spielberg al decorado, una patera con negros en la miseria?

Hoy me ha tocado al lado un grupo muy tatuado que regatea a un hombre negro una sábana playera con un tono de vacila de extra radio. Los de club privado no vienen a esta playa un domingo con nevera azul. No quiero ni pensar en su opinión respecto al debate del verano ¿Creerán que las Españas se ven invadidas de inmigrantes y acabarán con nuestro trabajo y nuestras pensiones? Los hay empeñados en hacerlo creer. Siempre fue buen argumento El Otro como inferior y si no, en todo caso, enemigo.

El otro puede ser cualquiera. Los hindúes ‘pata negra’ de Londres critican y repulsan a los inmigrantes de otras razas que han ido llegando a la capital británica. Los colombianos, a los venezolanos que ahora les aparecen a miles. Y en Castilleja o Benacazón los de una calle no se casaban con los de otra hasta hace nada, un suspiro antropológicamente hablando.

La escena de una persona que aparece exhausta en la playa es poderosísima. Y se repite en la historia. Colón y Pinzón aparecieron como migrantes en República Dominicana ante la mirada estupefacta de los bañistas locales, y si no tuvieron que echar a correr por el manglar fue por la civilidad de los anfitriones.

Si ocurriese el desembarco ante nuestros ojos, me parece que la música de mierda, las sardinas y los culos bronceados perderían contexto. Igual el hecho nos pone ante el espejo, con todo el miedo que eso ocasiona.

Mirar a los ojos al Otro incluye el riesgo de reconocerte. Descubrir que no eres tan diferente. Con lo cómodo que es un estereotipo para no pensar.

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