Sevillaland

Trabajo fin de curso

Mi hijo me pregunta qué es la globalización para un trabajo de clase. Respuesta fácil...

Publicado: 01/07/2018 ·
22:58
· Actualizado: 01/07/2018 · 22:58
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Autor

Jorge Molina

Jorge Molina es periodista, escritor y guionista. Dirige el programa de radio sobre fútbol y cultura Pase de Página

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Una mirada a la fuerza sarcástica sobre lo que cualquier día ofrece Sevilla en las calles, es decir, en su alma

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Mi hijo me pregunta qué es la globalización para un trabajo de clase. Respuesta fácil. Desde mi balcón puedo creer que vivo en Miami, por las palmeras; en Dusseldorf, a la vista tengo el Mediamarkt y el McFit; abajo crece una exótica araucaria; corretea un husky siberiano, y algunos hablan como en Castilla cuando cierran la berlina de vuelta del Labradores.

El bar de enfrente reúne ante la tele a los madridistas, todos hombres, todos de cierta edad; el parking en superficie se llena de fans del reggaetón; y el supermercado resulta ser una franquicia internacional; el de enfrente, pues el de mi acera es uno chino muy grande y variado. Desde mi balcón esto no parece Sevilla, sino Anywhere city.

Estoy en escritura automática y me asusto cuando redacto esta frase: “Hasta la calle se llama Kansas city”. Con el pulso temblón por la magnitud del hallazgo, reparo en que el hombre que monta cada día su tenderete callejero llegó de Bagdag, según me indicó cuando charlamos de alguno de los ataques terroristas del gobierno de Estados Unidos. Eso no lo dijo él, sino yo, a ver si al pobre lo meto en un lío.

Elevo la mirada sobre nuestra Kansas City. El sol recorre el cielo activando las placas fotovoltaicas de las azoteas, antes con ropa tendida.  Veo a Venus aparecer dubitativa por culpa del luminoso del Corte Inglés. Y al final la luna, musa de pregoneros locales, tan predecibles, tan vacuos, tan altisonantes en sus rimas consonantes.

Cae la noche y mis vecinos descorren las persianas de sus casas. En calzonas. En pijama. Con vestiditos grises de tirantes. Me sorprende la normalidad que aparentan, como si no pasara nada bajo su balcón. Igual creen que son dueños de sus actos, que la bandera de España colgada de su balcón simboliza lo eterno, ya raídas y pálidas, porque las banderas al sol terminan siendo blancas, lo cual me parece el mejor augurio de un futuro en paz.

Vuelvo a la calle Kansas City en busca de signos de la cultura local, no ya para el trabajo de mi hijo, sino para mi sosiego nativo. Todos allá abajo acarician el móvil con arrobo o le hablan bajito ¡Alguien canta en voz alta, eso es muy de nosotros! Pero, chasco, se trata de una melodía de Village People tuneada con letra futbolística por unos hinchas, ahora hooligans.

A punto de renunciar, veo aparecer un revuelo de volantes por la calle. Fijo la mirada y, sí, son faralaes. La mujer de delante lleva un megáfono. Todas visten igual y sostienen un cubata en la mano. Me rindo, globalización.

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