Joseph Conrad decía que la creencia en algún tipo de maldad sobrenatural no es necesaria, porque los hombres por sí solos ya son capaces de cualquier maldad.
Pero ¿qué han dicho sobre el mal los filósofos, los antropólogos o los médicos a lo largo de los siglos? ¿Es consustancial al ser humano? ¿Qué lo provoca? ¿Debe la sociedad asumirlo de forma natural o tenemos que combatirlo? Si es así, ¿es posible luchar contra él en cualquiera de sus aristas sádicas, crueles, egoístas, psicopáticas o maquiavélicas? ¿No será un invento del hombre? Algunos, como el alemán Arthur Schopenhauer, defendían que el mal tiene un punto de partida incontestable: nosotros mismos. Forma parte de nuestra naturaleza tal y como lo hacen el amor, la violencia o el deseo. El alma humana es lo suficientemente grande como para albergar todos esos extremos. “En el hombre está el abismo más profundo y, a la vez, el cielo más alto”, decía Schelling.
El mal está en todas partes, en todas las especies. No se trata de una malformación ni de algo circunstancial. No es un accidente. Forma parte del todo y la prueba está en que si uno observa la naturaleza puede ver que hay maldad en todos los ámbitos, de la misma manera que hay bondad. De ahí que resulten risibles nuestros intentos racionales de enfrentarnos a esa energía destructiva para acabar con ella. A la naturaleza no le importan nuestras normas morales y no se doblega a ellas.
El mal nos sobrecoge, nos asquea, nos llena de rabia. Resulta imposible entenderlo y a duras penas logramos definirlo. Pero existe. El doctor Cabrera lo sabe... porque se enfrenta cada día con él. Y acaba de publicar un apasionante libro al que ha titulado “Las raíces del mal”, donde nos guía por un recorrido personal, social, político, histórico y científico con la maldad como elemento nuclear. No en vano, su experiencia como psiquiatra forense le ha situado en multitud de ocasiones en el epicentro de ese factor oscuro. Gracias a este libro sabremos si el mal existe porque somos libres y acaso sea ese el precio que pagamos por la facultad de elegir qué queremos hacer o ser. Adentrémonos en estas páginas para gozar, y sufrir, de la mano de uno de los grandes expertos en la materia y... como nos recuerda el Padrenuestro: “Señor, líbranos del mal”.
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