“No puedo cambiar la dirección del viento pero sí puedo ajustar mis velas para llegar a mi destino” (James Dean)
Quiero o necesito ponerme del lado de un luchador, de un trabajador infatigable, de un hombre bueno, de un valiente, de un amigo de sus amigos, del empresario que le ha dado de comer en plena pandemia a tanta gente, del conseguidor de talones y monumentos para personas que lo han necesitado o merecido. Quiero o necesito ponerme del lado de un hombre hecho a sí mismo, un emprendedor inquebrantable, una persona siempre dispuesta a la solidaridad, a la caridad, a la mano tendida a cambio de nada. Quiero o necesito dejar negro sobre blanco que se venderán locales y negocios, pero la honradez y las ganas de ayudar no se traspasan.
Que nadie se asuste. José Luis Cabeza tiene bragueta para saltar las vallas altas de una pandemia que tiene que ver con el virus de la mala baba y la envidia. El Serranito ha cerrado su negocio de la Calle Alfonso XII por cuestiones de precios inmobiliarios, por recorte de gastos, porque la economía sevillana, como todas, está atravesando un fuerte revés. ¿Ahora le van a decir a José Luis del Serranito que esto le pasa por mirar sólo hacia el cliente extranjero? ¿Ahora? En primer lugar cualquier empresario es libre de enfocar su negocio como le parezca bien, faltaría más, pero es que además El Serranito tiene tantos productos como cartas llamadas a satisfacer a cualquier cliente sin importar procedencia o profundidad de bolsillo.
No. José Luis no se merece que -publicada la foto del cierre de su local del centro- se echen a volar las aves carroñeras buscando un cadáver que no van a encontrar. Dicho esto, me importa más el hombre que el negocio y José Luis Cabeza bien vale una reflexión. Más de uno debería frotarse un poco antes de hablar mal de un caballero harto de echarse a las espaldas los problemas diarios de cientos de personas que acuden a su despacho buscando el corazón de un hombre bueno.
Cuántas veces ha ayudado a remontar, a superar escollos. José Luis del Serranito ha sido medicina y melodía, voz y refugio, ha dado soluciones a espuertas, a manos abiertas y siempre sin mirar la procedencia o filiación de quien solicitaba su oxígeno.
Mi amigo es, seguro, de las mejores personas y de los mejores empresarios de la ciudad más hermosa -y a veces cruel- del mundo. No será prefecto, pero es excelente. Y sé que ahora que el viento le sopla a la contra, José Luis ajustará las velas para seguir navegando. Incluso será capaz de subir al barco a personas que se ahogan a esta hora en el mar de la envidia.
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