Dicen que los cuarenta de ahora son los treinta de antaño, pero debe ser por los avances tecnológicos o por la rapidez con la que pasan los días, que yo me siento como una veinteañera. Lo que si es verdad es que con los cuarenta llegamos a una extraña sensación de calma y serenidad al tomar las decisiones. Priorizamos los esfuerzos, dejamos ciertos compromisos improductivos que solo quitan tiempo y energía, y nos olvidamos de hacer colas innecesarias pasando a la compra on-line. Esta misma sensación de calma y serenidad tengo con Andalucía, que cumple cuarenta años de su Estatuto de autonomía. Un Estatuto, que dejó de ser un documento reivindicativo para convertirse en una herramienta que define nuestra singularidad sin necesidad de confrontación. El Estatuto andaluz no va contra nadie, va a favor de Andalucía. El Estatuto andaluz, no necesita quien lo abandere, porque ya tiene a ocho millones y medio de andaluces que lo hacen cada día, igual que lo hicieron a través del referéndum, que ratificó Don Juan Carlos I, a escasas horas de cerrar el año 1981. Con el Estatuto andaluz se terminaba con la idea de regiones históricas y regiones no históricas, igualando los miles de años de Itálica con los miles de años del anfiteatro romano de Tarragona.
En este cuarenta aniversario, celebramos también el primer año del gobierno del cambio andaluz, y esta coincidencia no hace mas que demostrar, que Andalucía crece también en su madurez democrática. Algunos pensarán que es una barbaridad, que nos éramos menos democráticos por haber elegido en estos cuarenta años un mismo signo político, pero para mi el cambio de gobierno nos configura como una región plural y dialogante, capaz de aceptar esos derechos y deberes que marcan la norma, y pelear por ellos dando la oportunidad a otros grupos políticos a trabajar por nuestra tierra. En definitiva, los cuarenta del Estatuto nos ha otorgado la madurez democrática para un cambio político sereno y sensato, que ya comienza a dar buenos frutos. En estos días de celebración, tenemos el mejor regalo que nos podían dar, una subida del PIB del 2,1 % interanual, por encima de España. Un aumento de las exportaciones por encima de la media europea, y por encima de Alemania. Un futuro esperanzador.
Pero el Estatuto, además de servirnos como norma que define nuestra singularidad como región, define también nuestras competencias, de forma concreta en los artículos que van del 46 al 88, imprescindibles para pedir al Gobierno Central, la celeridad y el compromiso, en infraestructuras de interés general, como lo son la red de cercanías y media distancia, que sufren grandes recortes en nuestra comunidad. Y es en el Estatuto, donde se recoge también la financiación de las autonomías por el Gobierno Central. Por eso, le decimos a Sánchez que Andalucía no quiere ser ni más ni menos que ninguna otra comunidad. Exigimos que al igual que se ha comprometido con Cataluña en la agenda del reencuentro, donde en el punto 7 firma el cumplimiento de las transferencias en el PGE 2020 según las disposiciones contenidas en su estatuto, haga los mismo con Andalucía. Es en estos presupuestos, donde comprobaremos la lealtad del Gobierno Central con nuestra tierra, o la injusta discriminación. Mientras se cierra el presupuesto y lo comprobamos, celebremos nuestros cuarenta años de estatuto. Andalucía, felicidades.
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