La Pasión no acaba

Trama de Dios

"Mi nieto pequeño no se dormía”. Así comenzó el flamante pregonero de la Semana Santa de 2020 la respuesta a la pregunta en la que le solicité que recordara...

Publicado: 09/10/2019 ·
22:30
· Actualizado: 09/10/2019 · 22:30
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  • Julio Cuesta. -
Autor

Víctor García-Rayo

El periodista Víctor García-Rayo es el presentador y director del programa La Pasión de 7TV Andalucía

La Pasión no acaba

Dedicado al alma de

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"Mi nieto pequeño no se dormía”. Así comenzó el flamante pregonero de la Semana Santa de 2020 la respuesta a la pregunta en la que le solicité que recordara el instante de la llamada del Consejo de Cofradías para comunicarle su nombramiento. Había comenzado su pregón, el pregón de Julio Cuesta. Mi nieto pequeño no se dormía. Le brillaban las pupilas y buscaba, tocándose sus propias manos, una barandilla para no caer de bruces en el abismo de la emoción que le enseñaba la caída libre de sus lágrimas, ya asomadas a la noche de un plató que asistía en silencio a la historia de un hombre que hablaba de Sevilla con la boca llena de luz y el alma en paz.

Mi nieto pequeño no se dormía. Y aquel niño del Arenal tampoco lograba mandar a descansar a la piel en flor de su epidermis, sobrepasada de tanto Me dijo que Sevilla le había sobrepasado, que aquel alud de emoción era incontenible, que le arrasaban los besos, los deseos de tantas personas desconocidas. Volvía a frotarse las manos, como si supiera que en ellas tenía el mensaje, la solución, el tacto de una Esperanza a la que tendrá que abrazar un día para dejar el aroma de María para siempre en su corazón. Sí. Yo he visto a Julio Cuesta mirar clavando los ojos de tanto amar a Dios en los ojos de quien le habla de las cosas de su tierra.

Había empezado su pregón, el oboe de Gabriel le acariciaba el recuerdo, el trío de Virgen del Valle se posaba en su memoria, Händel le abría todas sus puertas al alma y la marcha Ione ponía los brazos en jarra delante de su tembloroso destino. Hoy mismo tiene que empezar a llevarlo al papel, a escribir. Y va a esperar a que su nieto se duerma, con los ojos cerrados, tranquilo porque sabe que su abuelo le cuenta mañana esas cosas de Sevilla que tanto le gustan.

Anoche vi emocionarse a Julio Cuesta. No le temblaba el pulso, echaba de menos en un teatro imaginario la mirada de sus padres, de sus abuelos, de aquellos que le señalaron un día el corazón del Postigo para explicarle que en esta ciudad debe estar muy atento a todo lo que sucede cerca de un arco. La flecha venía clavada en el tórax de Cuesta, que parecía mirar con ternura a su nieto pequeño, inocente como Jesús, con el único horizonte de ser feliz regalando sonrisas a los demás, con las intenciones limpias y las manitas sucias de jugar a ser de verdad.

Mi nieto pequeño no se dormía. El timonel de un niño que se hizo hombre se desplazaba rumbo a las tablas de un escenario en el que Sevilla pone toda su ilusión. Ya está preparado el arroz con leche y canela. Y están las lágrimas. No hay qué preguntarse lo que sucede. Lo ha dicho ya el pregonero. La Semana Santa de Sevilla es una trama de Dios. Que venga.

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