El denominado "coche oficial", objeto de tantos abusos y utilizaciones injustificadas a lo largo de la historia, resulta esencialmente imprescindible en muchos casos y para algunas autoridades. Hoy, desde la tribuna de mi jubilación, no me resisto a relatarles algunas vivencias a propósito de este desprecio con que la Junta de Andalucía trata a la administración de Justicia y, en este caso, en cuanto a la prestación de estos elementos imprescindible. Tras lo jocoso que pueda parecer a veces el relato se halla una cruda realidad acerca de cómo el Poder Judicial sufre, en general, la desconsideración y el desprecio de los otros.
Para las autoridades judiciales disponer de algunos vehículos resulta imprescindible, tanto de servicios como de representación. La Junta de Andalucía, encargada de ese cometido, ha regateado en lo posible esa obligación llegando a situaciones humillantes e hilarantes. Sólo considerar que la Sala de Gobierno se reúne en Granada al menos cada quince días ya evidencia la necesidad de disponer de un vehículo adecuado. Un servidor de ustedes ha estado muchos años padeciendo esa aventura, muchas veces acompañado de otros compañeros hasta la apretura. Me han mandado vehículos utilitarios; otro, que resultó el más duradero, con patente suciedad en los sillones, goteras en el techo y que incluso se negó una lluviosa noche a que el cristal del conductor subiera para su cierre debiendo solventar la cuestión en una “venta”, donde nos proporcionaron un tenedor de plástico que utilizamos como cuña para dotar de estabilidad al mismo. Fueron muchas las peripecias que vivimos con aquellos vetustos vehículos que la Junta nos enviaba para el servicio público de la Justicia. Claro que luego nos daban 18 euros de dieta, que no es moco de pavo.
El vehículo de turno lo utilizan todas las autoridades judiciales y algunos más. Sirve al representante del poder judicial en Andalucía Occidental, al presidente y al fiscal de la Audiencia Provincial, al decano de los jueces y a la secretaria coordinadora preferentemente. Ni que decir tiene que a veces hay que hacer juegos malabares para coordinar las necesidades de todos y no pocas pedir el auxilio de un taxi.
Cuando me nombraron representante visité con el presidente de la Audiencia al consejero de Justicia y, ya solo, al vicepresidente de la Junta, planteándoles el problema y pidiéndoles que mantuvieran, al menos, el viejo vehículo para servicios diversos y nos dotaran de otro para representación. Pese a las promesas, obtuvimos un coche nuevo pero nos quitaron aquel que tanto visitaba los talleres. De esta forma, todos siguen turnándose para utilizar el nuevo vehículo mientras los políticos los disfrutan, de mayor prestancia y cantidad, sin que les importe lo más mínimo las necesidades de tan esencial servicio público. Ignoro, desde luego, si con el nuevo equipo de gobierno las cosas han cambiado positivamente. Lo dudo pues nunca he oído a nuestros dirigentes autonómicos mencionar la palabra Justicia, salvo para anunciar la futura ubicación de una parte de su sede a la que llaman “ciudad” con criterios sobre cuya eficacia albergo muchísimas dudas.
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