Debo ser la única persona que no entendí “El Principito” cuando lo leí con apenas ocho años. A ver, me explico: Entendía la historia, lo que no entendía era el revuelo. Yo, que alimentaba mis horas con Salgari y Verne, no entendía que un niño caminara por un planeta minúsculo sin que se le aparecieran un puñado de piratas o un par de tigres de Malasia. Pasaron los años, y tuve que volver a leerlo, esta vez en francés, y lo mejor de todo, conocer la apasionante vida de su autor, Antoine de Saint-Exupéry para comprender su grandeza.
Piloto arriesgado, aventurero extremo, se estrelló en muchísimas ocasiones. Quizás la más conocida fue la que sucedió un 30 de diciembre de 1935, en pleno desierto del Sáhara. El aviador estaba compitiendo en una carrera que salía desde París y llegaba a Saigón. Milagrosamente sobrevivió al impacto junto a su mecánico. Pero el agua que transportaban solo les duró dos días y esto les hizo enfermar, sufriendo terribles alucinaciones. Toda esta odisea le inspiró un libro maravilloso llamado “Tierra de Hombres” que se publicó en febrero del 1939. Y del que la editorial Berenice ha hecho una magnífica reedición. “Tierra de Hombres” es la semilla de la que más tarde nacería “El Principito”. Les aconsejo que lean esta maravillosa novela con la perspectiva de quien contempla el mundo desde la soledad de una cabina de avión. Escrita con la nostalgia de una infancia feliz y perdida, e para evocar el duro aprendizaje del oficio de aviador, homenajear a los compañeros Mermoz y Guillaumet, mostrar la Tierra a vista de pájaro, revivir el accidente sufrido junto a Prévot o revelar los secretos del desierto. Pero lo que de verdad aspira a decirnos es que vivir es aventurarse a buscar el misterio oculto tras la superficie de las cosas.
Acaba de hacer 75 años de su desaparición durante una misión de reconocimiento. Pero nunca se supo el lugar exacto. Tiempo después apareció un cadáver con su uniforme y se presupuso que era él, dándole sepultura. Pero en el 1998 un pescador halló una pulsera de plata con los nombres del piloto y su esposa Consuelo, abriendo un capítulo de dudas sobre lo ocurrido. Pero por si fuera poco, en el 2000 un buzo encontró los restos del avión en el que viajaba Saint-Exupéry. Seguramente el cuerpo fue arrastrado por las mareas. Un final épico para una vida llena de aventuras. Loado sea.
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