La Tribuna de Nertis

Menores (III)

Decíamos el pasado miércoles que, en tiempos, los planes de estudio incluían una asignatura denominada Urbanidad, en que se contenían elementales normas ...

Publicado: 28/05/2019 ·
22:54
· Actualizado: 28/05/2019 · 22:55
Publicidad AiPublicidad AiPublicidad AiPublicidad AiPublicidad Ai
  • Nertis. -
Autor

Nertis

La sociedad, la política o la justicia desde el punto de vista de los miembros del despacho Nertis Legal

La Tribuna de Nertis

Los distintos profesionales del despacho Nertis Legal analizan en cada artículo la realidad social

VISITAR BLOG

Decíamos el pasado miércoles que, en tiempos, los planes de estudio incluían una asignatura denominada Urbanidad, en que se contenían elementales normas convivenciales y de comportamiento social. En definitiva sentaba los cimientos de una educación convencional, que el tiempo ha ido disipando hasta casi hacerla desaparecer. Hoy todo lo que suene a buenas costumbres constituye un concepto trasnochado, cuando no conservador en exceso e incluso cercano a una ideología determinada y denostada.

Si acudimos al DRAE, urbanidad es sinónimo de cortesanía, comedimiento, atención y buen modo. Conceptos intemporales, aplicables por tanto a cualquier momento histórico y defendibles sin timideces en todo momento, aunque requeridos de una constante actualización.

Ciertamente la secuencia del tiempo impone matizaciones, cuando no alteraciones, en sus manifestaciones, pero hemos ido degenerando hacia una sociedad átona, individualista y enemiga de cualquier obligación  interpersonal de contenido social. Cierto que acercarse a un sacerdote a besarle la mano resulta hoy impensable; también porque los sacerdotes en su mayoría no se distinguen por su atuendo. Pero cuando yo era niño ‑de esto hace demasiado tiempo, sin duda‑ se iba raudo a besar la mano de los sacerdotes con los que nos cruzábamos. Hoy se manifestaría como una inexplicable extravagancia.

Pero la educación, en su sinonimia de urbanidad, hace referencia a crianza, enseñanza y doctrina que se da a los niños y a los jóvenes, a la instrucción por medio de la acción docente y a la cortesía, según nos aclara el mismo diccionario Y ahí no caben dejadeces. A un niño hay que enseñarle prontamente cómo comportarse en su mundo, tanto privado como público, si bien es cierto que gran parte de los mayores han abandonado resueltamente estas conductas. Mas yo sigo practicando en lo posible cuanto aprendí por entenderlo imprescindible para una mejor convivencia.

Así, el saludo. En el ascensor, en recintos públicos, en el autobús … procuro dar los "buenos días" y despedirme con un "adiós" respecto a las personas de mi entorno más cercano. Decía Quevedo que “te reciben como te presentas; te despiden como te comportas”. Por ejemplo, una práctica a transmitir consiste en ceder preferencia a las personas de más edad y ofrecerle el lugar más adecuado. Y si me permiten una osadía personal, tengo la costumbre de cederele el asiento a una dama aunque confieso que  alguna jovencita educada ha osado ofrecerme su sitio preferente, lo que me ha resultado levemente deprimente.

Importa dotar a los menores de un código de valores -el que sea- a fin de que puedan luego optar entre caminos, elegir aquel que más le conforma pero no por mimetismo, por dejarse arrastrar indolente por el de la barahúnda. Decía John Milton que “el niño deja entrever al hombre como la aurora al día”. Para ello resulta imprescindible la cultura, consecuente a esa educación de la que hablamos.

Insisto que el niño es una esponja que asume cuanto ve a su alrededor y va formando así una manera de manifestarse en todos los órdenes. De la cultura y de la elemental educación hablaremos en la próxima entrega.

Envía tu noticia a: participa@andaluciainformacion.es

TE RECOMENDAMOS

ÚNETE A NUESTRO BOLETÍN