Meses atrás, la Universidad Complutense de Madrid publicó un estudio que confirmó que casi ocho de cada diez españoles no sabe distinguir un bulo de una noticia verdadera. Este análisis preocupante adquiere tintes dramáticos cuando los encuestados ni siquiera intuyen el peligro de ser engañados. Como explicó recientemente la periodista Ángela Cañal en una columna en eldiario.es, “es el caldo de cultivo perfecto de las ‘fakenews’, que tan a fondo van penetrando en nuestra cultura política y en la opinión pública. Tanto que llega un punto en el que es inútil insistir en la versión auténtica, en los datos contrastados: paradójicamente, martillear con la verdad parece a menudo ayudar a que se imponga una realidad alternativa”.
Se refería Cañal a las falsedades difundidas sobre el Estado autonómico que habían permitido extender la mentira de que las autonomías eran las principales culpables de los grandes males de la crisis económica. Otra de las monumentales fakenews que algunos partidos políticos han logrado que se trague buena parte de la sociedad española es que la inmigración es un problema y una amenaza para nuestra convivencia, en lugar de un fenómeno que sólo ofrece aspectos positivos a nuestro país.
Al acogerlos, no solamente nos convertimos en un pueblo más decente, universal y con memoria –no olvidemos que fuimos un país y una comunidad de emigrantes-, sino que nos beneficiamos de las numerosas bondades que procuran a la economía andaluza y española: impide que perdamos población, que ésta envejezca, y no sólo no nos quitan el trabajo, sino que desempeñan muchos empleos que no ocupamos. Así se lo trasladaron, minutos antes de empezar un acto en la campaña electoral, un grupo de empresarios de los plásticos de Almería al ahora aspirante a la presidencia de la Junta de Andalucía por el PP, Juan Manuel Moreno, para que no lanzase ningún mensaje contrario a la llegada o presencia de inmigrantes porque el 40 % de la plantilla de jornaleros en el pujante campo de esta provincia correspondía a extranjeros.
Más miserable incluso resulta que se asocie la inmigración con la delincuencia, e incluso con la violencia de género, cuando no hay ninguna estadística o informe de criminalidad que confirme estas aseveraciones. Para plantar cara a estas falsas noticias, resulta plausible la guía que ha elaborado y está publicitando la ONG Andalucía Acoge para desmontar creencias inconsistentes sobre la inmigración. Empecemos todos con el correcto uso del lenguaje, que nunca, y menos en este caso, es inocente. No usemos las palabras avalanchas, oleadas, desbordamientos, ilegales o delincuentes para referirnos a los inmigrantes.
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