La Junta de Accionistas del Sevilla F.C. Sociedad Anónima Deportiva ha sido noticia por la bronca protagonizada por un grupo de accionistas minoritarios que a coro profirieron gritos de “¡el Sevilla no se vende!” y argumentaron, ante la entrada en el Consejo de Administración de una nueva sociedad, madrileña y presuntamente vinculada a otra de Estados Unidos, que “el Sevilla y su estadio no es un bien mercantil que se compra y se vende; es un sentimiento para miles de sevillistas y andaluces”. No es que el Sevilla F. C. se vaya a vender, es que ya fue vendido desde el momento en que se transformó de club en sociedad anónima deportiva, equivalente a una empresa mercantil cuya finalidad, como la de cualquier empresa, es ganar dinero porque tiene ánimo de lucro.
Antes los dueños eran los socios; ahora, los accionistas. Prueba de ello es que lo celebrado no fue una asamblea de socios, sino una junta de accionistas en la que quienes protestaban por la posible venta de paquetes de acciones estaban allí porque previamente habían ejercido su derecho, tan legítimo como el de aquellos a quienes criticaban, a la compraventa de títulos de la sociedad, otrora un mero club de fútbol. Por tanto, cada cual es muy libre de transmitir su participación a terceros; también quienes proclaman que la entidad no se vende pero que antes compraron. El deporte hace tiempo que se convirtió en un mercado.
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