En román paladino

Dimisiones

Un marco moral de valores ciudadanos se abre paso

Publicado: 13/09/2018 ·
09:14
· Actualizado: 13/09/2018 · 09:14
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Autor

Rafael Román

Rafael Román es profesor universitario, miembro del PSOE, exconsejero de Cultura y expresidente de la Diputación de Cádiz

En román paladino

El autor aborda en su espacio todos los aspectos de la actualidad política tanto de España, Andalucía y la provincia de Cádiz.

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No era la queja general que en España los políticos no dimitían? Pues la costumbre de aferrarse a todo trance al sillón parece que empieza a desaparecer. Será bueno, malo o regular para el organismo de turno –gobierno central o el autonómico o parlamento correspondiente- pero para la democracia española es refrescante, regenerador y señala un camino que debiera extenderse al conjunto de la vida pública. Se producen desgarros personales sin cuento, ruptura dolorosa y  corte de carreras políticas prometedoras o más o menos brillantes,  pero gana el conjunto de los ciudadanos porque el nivel de exigencia de la democracia se acerca al añorado de los países de más arraigada tradición democrática.

Lo escribía Karl Popper, las democracias se componen de igual forma de instituciones como de tradiciones. En España las instituciones se crearon algunas nuevas o fueron heredadas –y reformadas obviamente-  del régimen anterior,  pero las tradiciones de las que se nutrían las mismas eran autocráticas. No existían en nuestro país tradiciones liberales ni cultura de asunción de responsabilidades. La única figura en el ideario colectivo era la llegada del motorista,  con el sobre del cese y el preceptivo –y siempre considerado aborrecible por puramente falso- agradecimiento por los servicios prestados. Tras el mismo venía el ostracismo para el receptor que se sumergía en su propio gulag personal, aislado del mundo político y burocrático y perdido para siempre para la vida pública.  La ausencia de ética pública ha sido notable y eso explica el deterioro ocasionado por la corrupción y la falta de exigencias de  cumplimiento  moral a rajatabla con  las demandas de la opinión pública ni la  publicada. Cuarenta años de dictadura, con estas tradiciones antidemocráticas,  han dejado una huella profunda, que todavía se paga y no la ha conseguido borrar otros cuarenta años de democracia. Los fenómenos de Hungría,  Polonia o el este de Alemania con el ascenso de la extrema derecha y de los partidos directamente racistas y xenófobos, con el añadido del autoritarismo, sucede en países con escasa  tradición democrática.

Comienza, pues, en España  un tiempo nuevo.  Un  marco moral de valores ciudadanos se abre paso. Que se convierta en costumbre.  Lo que podría resultar escandaloso, por la triste circunstancia  de dos dimisiones seguidas de  ministros del gobierno, el primero  por un asunto fiscal y otro por plagio es  habitual en nuestro entorno europeo. Ahora ha llegado felizmente a nuestro país.

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