El nuevo ministro de Fomento, José Luis Ábalos, anunció por sorpresa y sin que este anuncio respondiera a ninguna demanda social o política expresada previamente en Sevilla la futura ampliación del puente del Centenario, atascado de tráfico prácticamente desde su inauguración para la Exposición Universal de 1992 debido a su diseño insuficiente y por las prisas para llegar a tiempo al evento: soporta unos cien mil vehículos diarios. Se ha puesto como precedente y modelo para este proyecto la construcción de carriles adicionales en el puente de Rande sobre la ría de Vigo, que se abrió diez años antes que el nuestro y que pese a formar parte de una autopista de peaje también quedó saturado al poco tiempo.
Pues bien, desde que se firmó el acuerdo de ampliación de este puente hasta la inauguración de la misma con tableros adicionales pasaron siete años y se precisó una inversión cercana a los 200 millones de euros. En comparación, el puente del Centenario es tres veces más largo y más alto, y su tablero no es recto, sino en pendiente, por lo que su ampliación sería técnicamente mucho más difícil, costosa y larga en el tiempo. Nos tememos que esta obra anunciada por el ministro acabe siendo, si se materializa, un sustitutivo para ahorrarse los túneles de la SE-40 bajo el Guadalquivir, cuyo coste mínimo es de 600 millones y de los que hemos perdido la cuenta de los años de retraso que acumulan.
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