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Jueces

En España, los jueces hacen aguas con una frecuencia desoladora cuando se les pone a prueba con retos fuera de lo ordinario...

Publicado: 29/07/2018 ·
22:27
· Actualizado: 29/07/2018 · 22:27
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Autor

Jorge Molina

Jorge Molina es periodista, escritor y guionista. Dirige el programa de radio sobre fútbol y cultura Pase de Página

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Una mirada a la fuerza sarcástica sobre lo que cualquier día ofrece Sevilla en las calles, es decir, en su alma

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En España, los jueces hacen aguas con una frecuencia desoladora cuando se les pone a prueba con retos fuera de lo ordinario. El escándalo del juez de la Manada; el ocasionado por el texto que condena a cárcel a Juana Rivas; ese juez Llarena persiguiendo una idea en su cabeza que otros letrados de mayor tradición democrática le espantan sin pausa; la magistrada Alaya moviendo brigadas de la Guardia Civil por la geografía regional para impresionar a los investigados con una noche en el calabozo, a ver si así “cantan”... demuestran una vez más que no hay súper héroes ni colectivos intachables. Cosa que sabíamos los periodistas (otro colectivo, quiero dejarlo dicho, bastante sospechoso de no estar a la altura en los tiempos que corren).

¿Debemos tenerle un grado mayor de respeto? No, sólo respeto, lo cual ya es suficiente. El mismo que sus señorías togadas a la ciudadanía que les abona la nómina. Perdón por hablar de dinero, es que esto es así. La sensación de que un país es moderno y funciona no deriva del gesto genuflexo ante los magistrados, sino básicamente de esos detalles como que llegue a tiempo la ambulancia, detecten en el cole que tu hijo sufre dislexia, o no corran riesgo las pensiones.

El anterior portavoz gubernamental coincide conmigo: anunció cejijunto que el juez de la Gurtel sufría de una visión  desenfocada de la realidad, de ahí su sentencia. O lo acusaba de demente, o de consumidor de opiáceos.

Todavía algunos colectivos se consideran por encima de la melé, y ejercen como si fueran intocables. Ya son menos esas castas, por ejemplo jueces y obispos. Hasta los militares se han normalizado, es decir, aceptado su mero carácter de ciudadanos. Que es muchísimo en España, donde llegar para llegar a ese estatus cívico previamente hubo que domar a muchos Reyes, cardenales y militares.

Quizás todo devenga de cómo nace un juez, ese joven licenciado que se pasa de ocho a diez años sin salir de casa estudiando la oposición. Se dice de los políticos que están fuera de la realidad, se habla de moqueta y coche oficial. Pero no hay ni un juez que llegue al cargo habiendo pasado por la vida real. Y, si lo hacen, suspenden.

Los jueces están fallando en momentos clave, cuando el balón llega al área. O quizás, ante este nuevo arreón de los españoles en pos de un país mejor y más habitable, necesitan ese largo tiempo de los colectivos patricios y anquilosados para situarse en el nuevo orden. En el nuevo horizonte que les exigimos, con todo derecho y sin más respeto que la buena educación. n

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