El jardín de Bomarzo

Se busca pensión, ¿vivo o muerto?

"Lo tengo más crudo que uno de esos tipos del cartel porque en mi caso, a día de hoy, valgo más muerto que vivo"

Publicado: 29/06/2018 ·
11:16
· Actualizado: 29/06/2018 · 11:16
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Bomarzo

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Recuerdo esos carteles que aparecían en viejas películas del oeste donde un dibujo a lápiz trazaba el rostro de un malo sobre una cifra a modo de recompensa que resultaba proporcional a la dimensión de los crímenes acumulados por el desaliñado sujeto y, bajo él, una frase: vivo o muerto. Así mismo se siente quien hoy, mi anónimo M, como seguro tantos otros, relata entre líneas para que un espacio cualquiera como este triste jardín lo recoja y divulgue. "Lo tengo más crudo que uno de esos tipos del cartel porque en mi caso, a día de hoy, valgo más muerto que vivo".

Es lo que te puede pasar en este país si te encuentras en una determinada situación laboral y te diagnostican, por ejemplo y como es el caso, un cáncer de páncreas en Estadio IV, lo que viene a ser como recibir ese gran mazazo para el que nunca estamos preparados y, por lo visto, el sistema tampoco. "Te acojonas y te cagas de miedo. Ya no tanto por el fatal resultado, que incluso puedo llegar a aceptar, sino además por el espanto que me produce saber de antemano la situación económica en la que quedarán mis seres queridos tras mi tránsito al otro mundo...". Porque estas cosas nadie se las espera, nunca crees que te pueda tocar a ti. Pero va un día cualquiera y sucede, así de simple; un dolor en la espalda que intuyes piedra en el riñón o alguna molestia de índole muscular y acudes al hospital convencido de que la vida continuará igual tras unas pastillas, pero resulta que esta vez no. "Te sientes abatido, horrorizado, confundido, buscando un tiempo que quizás no tengas para asimilarlo", pero debes centrarte para mantener la calma, la mente fría, ver la situación con cierta objetividad porque solo así podrás ponderar la nueva dimensión que tiene tu vida para diseccionar qué cosas importantes tienes que resolver antes de lo que ya intuyes como una inevitable partida.  

Es imposible ponerse en la piel de alguien que se encuentre en una situación tan extrema, pero son fáciles de intuir dos grandes agobios: el de sufrir la propia enfermedad con la incertidumbre del tiempo de vida que te resta por vivir y el de conseguir la tranquilidad de que los tuyos puedan continuar teniendo una vida ordenada y sin problemas. Son dos las luchas que hay que afrontar, contra la enfermedad y contra un sistema que se torna frío y sin empatía por las normas inflexibles establecidas. 

"Descubres que la enfermedad no es la única de tus adversidades. Te llegan en manojos. Por ejemplo, encontrarte con la extinción de tu contrato temporal de trabajo estando en situación de baja por Incapacidad Temporal -IT-. Porque cuando ya no estás en la empresa, es la mutua la que se hace cargo del abono de tu prestación económica durante tu situación de IT y es muy importante que te enteres bien en qué términos lo hace porque te juegas mucho".

Aunque te hayas tirado 30 años dedicado al trabajo para conseguir que tu familia viva de la mejor forma, ante una enfermedad como ésta la Ley te califica de entrada como en situación de incapacidad temporal derivada de contingencias comunes y, durante la misma, la pensión es por cuantía igual a la prestación por desempleo hasta que se extinga dicha situación, pasando entonces a la situación legal de desempleo si reúnes los requisitos necesarios. Es decir, el 70 por ciento de tu base reguladora durante los primeros 180 días -en el caso de M unos 740 euros porque su base reguladora es una, con perdón, mierda-, y el 50 por ciento a partir del día 181. Cierto es que la Ley establece un mínimo de 664,74 euros si tienes hijos a tu cargo -uno o más-, lo que no deja de ser parecida sustancia fecal. Si no tienes hijos, el mínimo es entonces excremento mal oliente y medio: 497 euros.

Pero nuestro sistema es aún más insensible a la enfermedad cuando transcurrido 545 días la mutua solicita al Instituto Nacional de la Seguridad Social la iniciación del expediente de tu incapacidad permanente por extinción del plazo, porque entonces tomarían la misma base reguladora de mierda para los restos y, lo que es peor, si desgraciadamente muriese una vez haya sido reconocida su incapacidad, esa misma base reguladora marcará la cuantía de la pensión que les quede a su viuda e hijos. Los 740 euros de marras.

"Como no termino de creérmelo sigo rebuscando en la Ley hasta que me entero que existe otra opción más ventajosa para los que aquí se quedan, pero que tiene su faena… Viene a decir que, puestos a morirme y de paso atenuarles mínimamente el desamparo, yo debería cascarla antes de que se extinga el plazo establecido de los 545 días; o sea, morirme antes de que la mutua se vea en la obligación de solicitar al Instituto Nacional de la Seguridad Social la iniciación del expediente de mi incapacidad permanente porque de ese modo la base reguladora, según la Ley vigente, es -hasta que nuestros queridos políticos no decidan cambiarla mañana o pasado- el cociente que resulta de dividir por 28 la suma de mis bases de cotización durante un período ininterrumpido de 24 meses y, aquí viene lo bueno, elegido por los beneficiarios dentro de los 15 años inmediatamente anteriores al mes previo a mi partida".

Resulta por tanto que morir dentro de ese plazo de tiempo va a marcar la diferencia para que a sus seres queridos les quede una nada despreciable pensión en torno a los 1.600 euros mensuales. Y eso es porque hace 15 años tenía una nómina en condiciones y no como la de estos últimos meses, que por los motivos que fueran llegó a quedarse en una cuarta parte de lo que fue. Seguro que la mayoría de los sufridos trabajadores de este país saben algo de todo esto. Tampoco cabe duda que habrá otros muchas personas que, como él, viven la misma o parecida pesadilla. Es irónico concluir, asegura, que en un momento tan complicado, doloroso y triste de tu vida, para tu familia valgas más muerto que vivo, hablando fríamente y, claro está, siempre en términos retributivos: "Qué asco de país éste. Te dan ganas de morirte, lástima además que tenga que ser dentro del plazo más favorable para no morirte, encima, haciendo el gilipollas. Y todo porque en nuestra querida España seguir vivo tiene un valor y estar muerto otro distinto. También está lo de la puta casa, la puta hipoteca y el puto banco. Otra historia igualmente para cagarse de miedo, que a lo mejor os cuento otro día si me da tiempo", concluye M.

Esta sociedad dedica muchos esfuerzos a proteger a colectivos que se denominan desfavorecidos, la lista es grande, pero ante los enfermos, si bien es cierto que nuestro sistema de salud pública es de primera, falla estrepitosamente el lado humano, el componente familiar y social no se considera lo necesario pese a que nadie duda que quienes se encuentran en esta situación son personas desfavorecidas. Desfavorecidas en la ruleta de la vida, muchos que como mi querido M cada día al despertarse de esas noches en vela han de superar dolor físico, miedo a lo desconocido, esforzarse en vivir sacando ánimos y fuerzas para seguir luchando por vencer a tu cuerpo y, encima, han de sobreponerse a descubrir que todo lo trabajado de poco sirve porque la enfermedad cambia tu vida y tu mente en cero coma dos, la de tu familia y puede arrasar con tu situación económica sin que para evitarlo exista una norma paliativa más justa y equitativa. Una norma que no agrave los problemas y te ayude a centrarte en luchar por lo verdaderamente importante y es recuperar la salud con la fuerza que siempre da el calor de los tuyos.

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