En estos días en los que nos estremecemos y buscamos respuestas a los comportamientos delictivos de algunos de nuestros jóvenes, he pensado mucho en mi querido Fernando Alberca.
Fernando, que es un gran experto en educación infantil, me dijo un día que “todo lo que somos de adultos se forja en nuestra infancia”. Entiendo pues, que lo que cada desatino que cometemos tiene un origen en una mala decisión, nuestra o de nuestros mayores.
Entre gritos y susurros de esta sentencia (no firme) de la mal llamada manada (no mezclemos a los pobres animales con estas conductas, por favor) he terminado de leer su último libro: “Hijo, tú vales mucho. Claves para mejorar la decisiva autoestima”.
Los estudios e investigaciones más recientes corroboran que un nivel adecuado de autoestima es requisito necesario para que en el individuo se desarrollen y expandan sus principales cualidades: talento, creatividad, sentido de la responsabilidad, honradez, buen comportamiento, sinceridad... Todo aquello que, en suma, le permitirá aspirar a las mejores metas y a sentirse protagonista de su propia vida, desde el sano optimismo y la convicción plena de que cualquier reto que se le presente podrá ser encarado y solventado con garantías.
No obstante, y debido a una sociedad que tiende a presionarnos en exceso y a empequeñecernos en lugar de a potenciar lo que somos, los menores -al margen del cariño que se les profese- albergan con mayor frecuencia de lo que pensamos una escasa autoestima, lo que tiene indefectiblemente un reflejo en la conducta, en el comportamiento concreto que exteriorizan. A menudo, las conductas que no se desean en un hijo tienen ahí su verdadero origen y razón de ser.
Por ello, porque todos los hijos deberían sentirse, además de queridos, protagonistas de una vida sumamente valiosa y llamada a cosechar grandes logros, surgió este libro de Fernando Alberca, en el que padres y educadores podrán encontrar las claves para acrecentar la autoestima de un hijo o un alumno, con propuestas prácticas para lograrlo. De ello depende mucho más de lo que pensamos.
Ya lo decía Benavente: En cada niño nace la humanidad.
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