Editorial Sevilla

Aznalcóllar, 20 años después

No todo es catastrófico en Aznalcóllar, donde ha crecido la población y que debe prepararse para un futuro sin minería

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Los maximalismos han vuelto a ponerse de manifiesto con motivo del XX aniversario del vertido tóxico de Boliden, la empresa sueca que entonces explotaba la mina de Aznalcóllar, al río Guadiamar, en la mayor catástrofe ecológica de Europa Occidental y que a duras penas pudo contenerse a las puertas de Doñana. Los ecologistas exigen que se revoque la reapertura de la mina al Grupo México y auguran la repetición del desastre sin considerar que el nuevo sistema de explotación, en subterráneo, nada tiene que ver con el anterior ni los avances en la inertización y almacenamiento de los residuos mineros. Por su parte, el alcalde dice que si no se reabre la mina el municipio se muere o quedará reducido a vivir de subsidios y limosnas.

Veamos. Cuando se produjo la catástrofe y el posterior cierre de la mina, Aznalcóllar tenía 5.756 habitantes. Veinte años sin mina después tiene 6.116, es decir 360 más. La conclusión es obvia: el pueblo no sólo no se ha muerto por el cierre de la mina sino que incluso ha crecido. Su nivel de paro (786 personas) es similar al de municipios de población equivalente, como Almensilla (618) y Villanueva del Ariscal (829). Proporcionalmente incluso sólo es dos puntos superior al de Sevilla capital. Aznalcóllar no debe reducirse a la dicotomía mina sí/mina no, pero ha de entender que tiene que diversificar su economía y que la mina es un recurso finito que no durará para siempre.

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