Con el bullicio de la Feria, probablemente pasará inadvertido el aniversario de la inauguración de la Exposición Universal de 1992, que tuvo lugar tal día como hoy hace veintiséis años y cuyo cuarto de siglo se conmemoró en 2017 mirando más al pasado que al futuro con la resurrección de Curro, la mascota arcoiris mezcla de pájaro con patas de elefante. La Muestra supuso que Sevilla diera el salto al siglo XXI con ocho años de anticipación al resto de ciudades, que se subsanaran de golpe sus déficits históricos en infraestructuras (basten como ejemplo los nuevos puentes sobre el Guadalquivir) y que gozara en exclusiva (la primera línea del AVE, la primera red de fibra óptica, la planta hotelera más moderna del país) de elementos que deberían haberle permitido competir con ventaja con otras urbes y convertirse en la gran metrópolis del Sur de Europa, conforme al mantra de aquellos tiempos.
Todas esas infraestructuras y la Tecnópolis de la Cartuja están ahí como recuerdo y legados permanentes de la Exposición, pero también es cierto que en este tiempo otras ciudades han acabado teniendo equipamientos equivalentes y hasta AVE, y que con nuestros 74.000 parados y siete barrios entre los más pobres de España hemos de preguntarnos si hemos sabido aprovechar plenamente aquella inmensa oportunidad que tuvimos en exclusiva para haber estado mucho mejor de lo que estamos hoy.
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