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Agua: del embalse al vaso

La ETAP del Carambolo realiza un proceso milimétricamente medido y controlado para tener el “mejor” agua de España

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No es de manantial, pero casi. El agua que se bebe en Sevilla está buena, muy buena según la cata que se realiza en la Estación de Tratamiento de Agua Potable (ETAP) del Carambolo, la principal que tiene Emasesa, 280.000 metros cuadrados en los que trabaja un centenar de personas y que permite, con un planteamiento de economía circular  - “partimos de la naturaleza y a ella volvemos”-, que el agua que procede de seis embalses de muy alta calidad llegue hasta el grifo de nuestras casas cristalina, blanda, con un óptimo sabor y, sobre todo, potable.

Una visita a la ETAP del Carambolo permite en poco tiempo visibilizar el esfuerzo que realizan para que el agua sevillana sea considerada la “mejor” de las principales ciudades españolas, aunque la ciudad y su área metropolitana parte con una clara ventaja: sus aguas proceden de embalses ubicados en parques naturales (Aracena y Picos de Aroche y Sierra Norte), de zonas silíceas (de ahí su buen sabor) y discurren por entornos con poca afección humana, por lo que cuando llegan a la planta, ya tienen una calidad muy óptima.

Con su llegada a la ETAP del Carambolo comienza un proceso milimétricamente medido y vigilado constantemente antes de que salga hacia las tuberías de abastecimiento. Hay una primera fase de pretratamiento que se adecúa según cómo llegue el agua (ahora llega bruta y muy limpia tras las lluvias pero en épocas de sequía, es turbia y con muchos materiales) para que se depositen en el lecho los materiales que arrastra.

Le sigue la fase de clarificación:  enormes decantadores (hay 14 en total) en forma circular mezclan ese agua con sulfato de aluminio para que aquellas partículas que son tan pequeñas que quedan en suspensión se unan y se sedimenten, conformando un lodo que también pasará por su planta de tratamiento correspondiente.

 

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Al filtro de arena

No queda ahí la limpieza. De esa decantación pasa a los filtros (24 en total) de arena silícea, donde vuelven a mezclarse con agua a presión para que en ella se depositen los restos de minerales que quedaban.

Es tal la importancia de esta arena, que se renueva periódicamente e incluso se tinta de colores (grises, negros, marrones) dependiendo de la concentración de metales que pueda traer el agua. Y como aquí nada se desperdicia, también esa arena irá a su planta de tratamiento específica. Si el agua viene muy turbia o requiere más tratamiento, como ocurre en épocas de sequía, se añadirá un filtrado con carbón activado-mejora el sabor- e incluso con ozono.

Cloración y análisis

El último proceso es el de desinfección o cloración antes de entrar en los depósitos, a un ritmo de tratamiento de cien mil litros por segundo en las dos plantas al máximo nivel para llenar los depósitos al menos con los 200.000 metros cúbicos de agua al día de consumo antes de iniciar su discurrir hasta nuestras viviendas.

Pero antes de que salga el agua para el consumo, se han realizado controles en todas las fases y en los tres laboratorios de la ETAP, midiendo el cloro, pH, turbidez, conductividad, color..., además de análisis microbiológicos y mediciones para procurar que la calidad organoléptica del agua, su olor y sabor, sea la más óptima.

 

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Pero los controles no sólo se llevan a cabo en la planta cumpliendo, con creces la normativa vigente. El control incluso alcanza hasta el interior de las viviendas si así lo requiere un usuario o se detecta alguna incidencia.

 

En la red de abastecimiento, por donde discurre el agua, hay 200 puntos de control con análisis sistemáticos, 24 estaciones miden la calidad por toda la red de forma continua, a estas se añaden 24 mediciones de cloro en los depósitos de distribución y otros 90 puntos arrojan mediciones periódicamente, además de los cien puntos de muestreo aleatorios por toda la ciudad, con analíticas pormenorizadas.

En total, la empresa metropolitana de aguas realiza una media de más de 175.000 análisis al año que todos podemos consultar en la propia web de emasesa.

Tópicos y leyendas

Surgen dudas en la visita. ¿Es excesivo ese cloro? No, es inocuo para la salud, sólo 1 miligramo por litro y permite que el agua se mantenga higiénica y sin bacterias hasta llegar a nuestros grifos.

¿Y si uso en casa un filtro de carbón? Además de ser caro y tener que estar siempre controlando que funcionen óptimamente porque se desgastan, eliminan el cloro.

¿Y tiene fluor el agua? No, se desestimó esa idea hace tiempo.

113 litros al día y menos en fiestas

El consumo medio por habitante en Sevilla es de 113 litros al día (sin diferenciar consumidor) pero éste es muy variable dependiendo de la época, descendiendo notablemente en época veraniega -mucha gente se va fuera de la ciudad- o en fiestas, porque contrariamente a lo que se pueda creer, en Semana Santa (especialmente en la Madrugá) o en la Feria, el consumo de agua es menor.

¿Y cuándo se consume más? En la segunda o tercera semana de junio, si no cae el Corpus, días en los que desciende el consumo.

Las horas de mayor consumo son de 8 a 10 de la mañana en días laborales, y de 10 a 2 en festivos, además de en torno a las diez de la noche.

Emasesa tiene estudiados los picos de consumo para adecuar la petición de agua a los embalses desde hace décadas.

La altura de la ETAP, ventaja que ahorra

La ETAP del Carambolo está situada en lo más alto de la cuesta del Caracol, en Castilleja de la Cuesta, en una posición que le permite suministrar agua con presión sin necesidad de bombeo al menos hasta una tercera planta, reduciendo el coste del suministro y el consumo eléctrico.

Además, las tres centrales hidroeléctricas instaladas en tres de sus embalses le permiten alcanzar un autoconsumo de entre el 50 y el 60%, reduciendo la factura eléctrica.

Ibuprofeno y café, en aguas residuales

Aunque el agua que entra en nuestras casas es de extrema calidad, no lo es así la que desechamos y que se trata antes de verterla a cauce público, limpiándose  en un 80% los residuos.

De los análisis que se realizan se desprenden altos niveles de “drogas de abusos y metabolitos” y muchos fármacos, en especial, el ibuprofeno, pero también “muchísima cafeína”.

Son llamados los “contaminantes emergentes”, esos para los que todavía no existe una normativa aplicable.

 

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