El Puente del Alamillo de Sevilla, construido por el arquitecto Santiago Calatrava, cumplirá el 28 de febrero el 25 aniversario desde que se inauguró con motivo de la Exposición Universal en 1992, efeméride que cumplirá en "soledad", ya que originariamente estaba previsto un doble puente atirantado.
Esta estructura, cuya función práctica es comunicar la barriada de San Lázaro con la Isla de la Cartuja, tenía una idea originaria totalmente dispar a la actual pero que finalmente se modificó respecto a como estaba concebido.
Su origen se remonta a la época de grandes hitos arquitectónicos para reconfigurar el paisaje urbano de las ciudades, aprovechando la celebración de la Expo 92.
El entonces consejero andaluz de Obras Públicas, el arquitecto onubense Jaime Montaner, lo explicaba en el libro del crítico de arquitectura Llatzer Moix 'Queríamos un Calatrava': "Yo convoqué un concurso de ideas restringido para ver cómo se podía resolver ese paso, dotándolo de algún atractivo escenográfico. De manera que me planté en Zurich para ver a Calatrava, le pedí ideas, me las dio, y le encomendé el trabajo". Y Calatrava aceptó la propuesta.
Su boceto para la causa sevillana incluía un doble puente atirantado para salvar los dos brazos del Guadalquivir que rodean la isla de la Cartuja: la dársena y el cauce vivo.
Un láser de pilono a pilono, y ambos enfrentados -un puente semejante pero en dirección opuesta sobre el tramo que actualmente ocupa el Puente de la Corta-, serviría, en su boceto original, como telón de fondo de la Expo 92.
Pero el puente, siguiendo el diseño y la tipología del material que el arquitecto había plasmado sobre sus planos, se comenzó a construir excesivamente tarde, pasándose a realizar un proyecto concebido para tres años en menos de un año.
El diseño del puente y el que concibió Calatrava sobre el papel era un pilono o mástil de hormigón armado atirantado, pero el pilono completo no podía hacerse de la noche a la mañana; el hormigón necesita un mínimo de 28 días para fraguar dentro de un molde de madera y además debía hacerse por partes.
Como no era posible esperar esos días por pieza para seguir con el resto, la decisión adoptada fue que la dársena fuera rellenada con tierra para apuntalar el río y construir unos pilares que sostendrían el tablero del puente para posteriormente lanzar los tirantes que sostendrían el mástil simbólico del puente.
El pilono, que en principio sería de hormigón, fue revestido de acero para que pesara lo suficiente y no se venciera, y posteriormente, se tuvieron que colocar amortiguadores para evitar el cimbreo o vibraciones que se producían a causa del tráfico y así mejorar la estabilidad.
El bagaje total supuso que el presupuesto ascendiese de los 18 millones de euros estimados para esta estructura hasta los 48 millones que finalmente costó, lo que propició que finalmente no se construyese el segundo de los puentes que se pretendía.
Todo ello no impidió que el 29 de febrero de 1992, y tras sufrir apenas tres meses antes un incendio que afectó a tres de los cables de sujeción, el Puente del Alamillo de Sevilla fuese inaugurado, pero, eso sí, sin su "gemelo".
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